He aquí el sol
Que acaricia los pechos
de las vírgenes
Que sonríe a los
ancianos sentados en los bancos verdes
Que despertará a los
muertos que yacen bajo una tierra materna.
Escucho el ruido de los
cañones- ¿Es Irun?
Florecen las tumbas, se
calienta el Soldado Desconocido.
A ustedes, hermanos
oscuros, nadie los nombra.
A sus niños les han
prometido quinientas millas por la gloria de los futuros muertos,
Se les agradecen los futuros
avances de muertos oscuros
Escúchame, artillero
senegalés, en la soledad de la tierra negra y de la
muerte
En vuestra soledad sin
ojos sin oídos, más que en mi piel sombría en el fondo de la Provincia
Sin siquiera el calor de vuestros camaradas acostados unos con
otros, como en la antigüedad
en las zanjas antiguas y
en las palabras del pueblo
Escúchame, artillero de
piel negra, aunque sin orejas y sin ojos
en vuestra triple voz nocturna.
No hemos alquilado
dolientes, ni mucho menos las lágrimas de vuestras mujeres ancianas
-Ellas no se acuerdan
sino de vuestros golpes de cólera, prefieren el ardor de los vivos
Las penas de los llantos
muy claros
se secan rápidamente de
las mejillas de vuestras mujeres, como en la estación se secan los torrentes del
Fouta
Las lágrimas más
calientes más claras más rápidas borrachas en la esquina de los labios
olvidadizos.
Os traemos, escúchanos,
nosotros que apelamos a tus nombres en los meses que mueren
Nosotros, en estos días
de miedo sin memoria, os traemos la amistad de vuestros compañeros de edad.
Ah! Ojalá un día de voz
color brasa, pueda cantar
la amistad de los
compañeros fervorosos entrañables y delicados, fuerte como los tendones.
Escúchanos, Muertos
expandidos en el agua en lo profundo de las llanuras del Norte y del Este.
Recibe este sol rojo,
bajo el sol de verano ese sol enrojecido de sangre de las blancas hostias
Recibe el saludo de tus
camaradas negros, artilleros senegaleses.
QUE MURIERON POR LA
REPÚBLICA.
Tours, 1938