viernes, 3 de agosto de 2018


Entrevista imaginaria a Cruz Salmerón Acosta: 

“El verdadero poema es el que el poeta escribe con su propio llanto”

Celso Medina





"Yo morí y vino la lluvia a apagar el fuego que fue mi vida. Troqué mi vida por la lluvia. Hoy ha llovido en raudales. Ha mucho tiempo la canícula urde el infierno diario de estos pobladores de Manicuare. La lluvia llenó todo Manicuare menos las hendiduras de mi vacío, cavado por la lepra".
Así, a quemarropa, comenzó a hablar. Iba como barco fantasma al naufragio del cementerio. Entre barriales, estigmatizando su último naufragio de la arcilla amarilla y ocre que traen los riachuelos que bajan a cántaros de los cerros, hasta hace poco surtido de fuego. Para llegar a la entrevista peleé con la bravura del mar e hice un rodeo al tiempo; llegué veinticinco años antes de  yo nacer. Él iba entre los hombros de los manicuarenses.

El milagro escondido de Salmerón Acosta






Celso Medina

***
Por invitación de los amigos del Centro Cultural “Cruz Salmerón Acosta” volví el pasado fin de semana a Manicuare. Desde Cumaná pude abordar un “tapaíto” y haciendo un recorrido horizontal por el Golfo de Cariaco, el barco sorteó el mar picado para que pudiéramos desembarcar en un pueblo que ha cambiado muy poco desde 1929, año en que muriera el infausto poeta, especie de santo y héroe civil de este pueblo de pescadores.
Se conmemoraba el 89 aniversario de la muerte del poeta. Y los actos corrían por cuenta del referido Centro Cultural, con una programación muy austera. Me acompañó el titiritero y pintor Rafael Márquez Coronado, a quien todos en Cumaná llamamos RAMACO. La noche del 28 este artista hizo delirar a los niños, sacando un variado repertorio de muñecos, que deleitaban a los infantes manicuarenses. Ramaco tuvo que concluir intempestivamente porque estos niños se aglomeraron frente a su baúl, y temía por la salud de sus titeres, que ha sabido construir con mucho tesón y fervor.

Testimonio de su hermano, Rafael Salmerón Acosta:

En torno a la muerte 

de Cruz Salmerón Acosta




Rafael Antonio Salmerón Acosta conversa conmigo . Nos acompañan jóvenes que integran el Centro Cultural "Salmerón Acosta"

A mediados del mes de julio se iba sintiendo mal y vino por aquí un médico a verlo; lo trajo López Orihuela de Cumaná. La gente acudía constantemente a verlo; se quejaban de la sequedad que lace­raba a la Península. Querían irse. Entonces él dijo: “No se vayan; cuando yo muera les voy a mandar mucha agua”. Pasaron días y par­ticipamos a la familia de su gravedad. Vino mucha gente y vino tam­bién Alberto Salaya, un gran amigo que le ayudó a bien morir. Ya para el 28, por ahí, estaba mal; muy mal. Pero con una conversación correcta. El día antes de morir, en la mañana, mamá se angustiaba y todos allá; y entonces él, en una de esas, le dijo a mamá: “¿Qué va­mos hacer? ¿Hasta cuándo esta agonía?