viernes, 13 de julio de 2018


Umtiti, un nombre muy francés



Laurent Joffrin

¿Un deja vu de 1998? La comparación viene naturalmente a cuento porque nos recuerda otra final, ganada por una oncena de Francia multicolor, un equipo «black-blanc-beur1», que se supone encarna una nación mestiza, multicultural, unida por sus valores de fraternidad. Pocos años más tarde, Jean-Marie Le Pen competía en una segunda vuelta presidencial y, apenas unos años después, una protesta nacional arruinaba las dulces anticipaciones de “vivir junto” que había hecho del futbol de Zizou el anuncio de un buen encuentro nacional. Esta vez, se tiene cautela: sobre todo para evitar lecciones apresuradas de los éxitos del equipo francés de Deschamps, tan mezclado como aquel de 1998. Los signos avizoran malos augurios políticos. Los comentarios aconsejan “prudencia e ir poco a poco”…
Se deduce de las ilusiones de 1998 que el deporte más popular de Francia reflejaba muy mal el espíritu del pueblo, que el futbol era un mundo aparte, una burbuja frívola que tenía sus propias reglas- un balón pie- muy lejos de las realidades sociales. Y además, la fórmula misma de la época, difundida por los medios- black-blanc-beur- contemplaba ella en sí misma su negación, puesto que en el fondo las diferencias se yuxtaponían, en un modo comunitario, en una falsa analogía, haciendo de la bandera republicana el símbolo de una asamblea de etnias más que el emblema de un crisol.
Y sin embargo ... ¿creemos que el deporte, a fin de cuentas, no significa gran cosa, que este evento nacional no habla nada sobre la nación? ¿Qué estos jugadores de excepción salen de la nada, que la Copa del Mundo no es sino un simple divertimento, en el sentido completo del término, que sirve entonces para divertir, es decir para desviar la atención sobre las realidades crueles de una sociedad, fracturada, dividida, repartida entre grupos hostiles, en síntesis un opio del pueblo o un haschich de bien pensantes, que confunden en un impulso cándido y tramposo a once jugadores con 67 millones de habitantes? Nos apasionamos por Griezmann y Mbappé y nos olvidamos del racismo y de la discriminación (resalta la izquierda) o el choque de culturas irreconciliables y el espectro del "gran reemplazo" (observación de la derecha o de la extrema derecha). A la derecha y a la izquierda, los obsesionados de la identidad plantearán su tesis, cómodos en su cinismo falsamente realista.
La novedad, si es que hay una, es que los millones de fanáticos que invadieron las calles y las plazas el martes en la tarde alardean de los orígenes de los jugadores del equipo de Francia. Por una razón simple: veinte años han pasado y, para ellos, la diversidad es ya una realidad admitida, desde lo alto hasta lo más bajo de la sociedad. Ellos agitan las banderas tricolores y cantan La Marsellesa, en un patriotismo futbolero espontáneo y pacífico. Negros, Blancos o Beurs: atacantes, defensores, goleadores, gambeteros. Vengan de donde vengan, son ellos los héroes de una saga inofensiva, que reúne al país. Pensemos en la canción de Maurice Chevalier: “Y todo eso, lo hacen estos excelentes franceses…”, que ganan los juegos y llegan a la final.
¿Quiénes son ellos? Como la mayoría de los futbolistas, niños de clases populares, cada días más rechazados de las clase media, desde hace mucho tiempo mezclados y por lo tanto “multiculturales”, cosecha nuestra. Una glosa en los “territorios perdidos de la República”. Ellos no se han perdido para el equipo de Francia, que recluta voluntarios en las ciudades y los barrios difíciles, viveros del deporte masivo. De repente, la política vuelve por la ventana. “Libertad, igualdad, Mbappé”, grita un fanático francés llamado Moussa. Para llenar en pocos minutos los Campos de Eliseos, como la tarde del martes en el juego contra Bélgica, tenían que estar allí las barriadas, no solo los habitantes de 8vo. Arrondissement. Vibramos por un impulso unitario tanto en la prole de los bistros como en los bars bobos2.
Umtiti, nació en Yaoundé (Camerún), niño de un barrio lyonés, Mbappé, abandonado por una familia camerunés, nacido en la comunidad parisina de Bondy, son los héroes del día. Pero apenas pensamos en eso como en un sueño. Discutamos sobre la obsesión identitaria: es quizás el mensaje de esta Copa del Mundo, como le hubiésemos agradecido a Macron durante su campaña electoral-o a Mélenchon- ahorarnos las jeremiadas sobre la identidad nacional. Como si el sentimiento que existe aún, a pesar de los enfrentamientos, las fracturas, los desgarres, un crisol francés, republicano, igualitario, permaneciera vivo en el inconsciente nacional. Para elegir, esta es la hipótesis que deberíamos recordar, con las precauciones habituales. La sociología, dicen algunos, es un deporte de combate. Pero el deporte, pied (de nez utile3, es una sociología de la concordia.
1  Beur » (féminin « beurette ») es un neologismo que designa a una persona nacida en el territorio francés cuyos padres son inmigrantes de África del Norte, esencialmente del llamado Pequeño Magreb (Argelia, Marrueco, Túnez)

2 Jóvenes pseudo "artistas", muy impostados, que hablan en voz alta y beben su café en copas de la famosa fábrica Duralex.
3 Expresión francesa que consiste en un gesto burlón que se basa en colocar el pulgar sobre la nariz y agitar los dedos con la mano estirada hacia arriba.

Diario Liberation, 11 de julio de 2018
Versión al español de Celso Medina

1 comentario:

Omar Morales dijo...

que viva el multiracismo, todos tenemos una abuelita en África.