Poemas de Abdelmajid Benjelloun
Abdelmajid
Benjelloun, (Fès, 1944) es un escritor, poeta e
historiador marroquí de expresión francesa, especialista en la
historia del norte de Marruecos. Miembro fundador de la Casa de la
Poesía de Marruecos. Doctor en Derecho Público de la
Universidad de Casablanca desde 1983. Ha sido profesor de
la Facultad de Derecho de Rabat de 1976 hasta agosto de 2005,
Ilustración: Celso Medina
Amar a una mujer
como si amásemos la resurrección
Soy solo un
boceto de mí mismo
El original está en
Dios.
El alma es un caos
de luz.
Dios ha debido
revelarse a los primeros hombres a través de los sueños.
Estoy en el mundo y
estoy en mí al mismo tiempo: ¿Habrá geometría más bella?
Cada palabra es un estupor de la verdad.
En un rincón
tranquilo del futuro, morimos todos.
Modestamente.
Morir, tener un
pequeño sueño de avance sobre los otros.
Hay lugares
misteriosos entre la palabra y el sentido.
Cuando la palabra es
muy fuerte, casi no hay sentido.
Pongamos por ejemplo
la muerte.
Siempre he visto el
orgasmo como un vuelo fantástico de pájaros hacia un horizonte
cerrado.
La mujer es un
descubrimiento del amor.
Por momentos, me
sorprendo pensando que la palabra tiene su espíritu incorporado.
¿Y si las estrellas
no fuesen sino besos perdidos en medio de todos los besos que se dan
los amantes?
En las alcobas, el
perfume de las mujeres es soberbio porque es como un grito.
Seguramente
somnoliento, como siempre, moriré.
Con mucha
frecuencia, la verdad no triunfa sino cuando no es anunciada.
La mirada perfecta,
aquella donde las cosas nos conciernen.
No seré célebre,
no seré doctor, ninguna mujer se suicidará de amor por
mí, ninguna calle
llevará mi nombre, no escribiré libros, no se escribirá nada
sobre mí, no se
acordarán de mí, mi vida será irrisoria, pero, al menos, un nombre tendré en mi tumba.
Mi amotinada, mi
vigilante evasiva de nupcialidad, ¿cuándo pondremos la risa en
nuestro deseo?
Una joven camina en
su danza dormida y ya en una lluvia de caricia, y
definitivamente es
una muesca de canto.
Quiero complacerme
en su perfume.
Quiero tranquilizar
su felicidad.
Quiero su flor de
arcilla rápida.
La eternidad solo se inclina del
lado del amor
No me quisiera
incluso si fuese yo mi único vecino.
Esta imagen del
hombre saltando sobre la
Luna no es más
extraordinaria que una piedra inmóvil.
Tanto está el hombre enfermo.
Su enfermedad es social.
Su enfermedad se llama odio.
Vive, pero se cura con el odio del
otro.
Ese cómico imita algo que no existe.
Es el barco que muestra la ondulación
del mar.
La paz no se importa, la guerra sí.
Hay cortesías que surgen por defecto
de nobleza.
Ella me aporta un vaso para la sed.
Y lo bebo conmigo.
¡Mis manos
cincelan, oh milagro, la piedra en sus senos!
Lo dibujos rupestres
me esperan en casa de una niña joven.
Debo copiarlos sobre
mi vida.
Lo sepa ella o no.
Los pasos,
centelleos del viaje.
El silencio es un efecto secundario del
infinito.
Es gracioso: la gota de lluvia caída sobre el árbol se aferra todavía a una de sus ramas
antes de caer al suelo.
Así se retira el poeta en el mundo.
Lo que me gusta de este artista
flamenco, es que es un pintor de lo inaudible.
La piedra tiene la cabeza en la
inmovilidad y los pies en el silencio.
Por inmovilidad, la piedra hace frente
al absoluto.
De la piedra crece la inmovilidad como
el sueño primero.
En la piedra, la inmovilidad es labor.
La flauta de los
orígenes o la danza taciturna
Esta imagen querida
por las ratones: una forma de amar a
Dios para remontar
el cielo paralelamente al descenso del
Corán.
Escucha esta bella
frase de un místico: el creyente debe ser una prueba de
Dios.
La poesía, es
también el lenguaje preciso del extravío.
Cuando escucho la
música que me fascina, sacudo la cabeza como si contara todas
las penas de mi vida
a mis ángeles.
La flor ronca del
amor.
En verdad todos los
amores están en peligro.
La mujer
precipitadamente bella.
Lo que le ocurre a
esta mujer, es simplemente una agravación de la sonrisa.
Habría de tiempo en
tiempo que ordenar en su libertad la deriva, por una cuestión de
higiene
religiosa.
Si quieres saber
cómo los
Árabes aman,
míralos escuchar
A Oum1
2
Oum Kalthoum ou Oum
Kalsoum (en arabe أم
كلثوم),
su nombre completo es Oum
Kalthoum Ibrahim al-Sayyid al-Beltagui,
es una cantante , música, y actriz egipcia, nacida en Tmaïe El
Zahayira (Egipto) el 30 décembre 1898
y muerta
el 3 de febrero de 1975 en
El Cairo. Llamada el « Astro de Oriente », es
considerada, cuarenta años luego de su muerte, como la más grande
cantante del mundo árabe. Su compromiso en las obras de caridad, le
valió el nombre de la “cantadora del pueblo”.
¿Quién ahoga mi
aliento?
Un hombre ha
enloquecido porque no ha podido habituarse al mar de su respiración.
Los ruidos extraños
que se producen en medio de la noche en mi cámara son el efecto de
la impaciencia de
las palabras en reposo.
El pan frío que
comemos, mi madre dice que nos ha liberado.
A cada rato, me
encanta hacerme el desentendido.
Escuchando a este
hombre inteligente desarrollar sus pensamientos, tengo la certeza
repentina de que
sus manos
reflexionan mejor que su cerebro.
Nuestra mano
desborda absolutamente, porque está precisamente vacía.
Cada tarde, debo
sacar a pasear la bestia furiosa de mi deseo de morir.
Traducción del francés al español: Celso Medina
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