Poemas de LEDO IVO
Traducción del portugués: Celso Medina
Claridad
En mi claridad hay noche oscura
sol negro desviado por el muro
blanco de cal, claridad que apaga el
sol,
A las estrellas reclamo que iluminen
el papel blanco de mi largo día,
al grafito que manche el muro del
destino
del sol que, siendo noche, me ilumina.
Mientras más luz produzco, más oscuro
me torno en pleno día, y más me
osucrencen
las sombras que se junta en el arrebol.
Recorro la noche si quiero mostrar
las fracturas expuestas de mi ser.
y si quiero esconderme, busco el sol.
Ser y saber
Vi el viento soplar
y a la noche descender.
Oí el grito saltar
en la grama estremecida.
Anduve por el agua
más bella que la tierra.
Vi la flor abrirse
como se abren las conchas.
El día y la noche se unirán
para ungirme.
El enlace de luz y sombra
ciñen mis sueños.
Vi la hormiga esconderse
en la ranura de la piedra.
Así se esconden los hombres
entre las palabras.
La belleza del muro me sustenta
Es el hermoso pan matinal
que la manos más humilde deposita
en la mesa que separa.
Jamás seré un extranjero.
No temo ningún exilio.
Cada palabra mía
es una patria secreta.
Soy todo lo que es repartido
el trueno la claridad
los labios del mundo
todas las estrellas que pasan.
Solo conozco el origen:
el agua negra que lame la tierra
y los guardianes de la espera
entre las raíces del mango.
Solo sé que aprendí:
el viento que sopla
la lluvia que cae
y el amor.
Los caracoles
Solo para Dios se abren los caracoles
que encontramos inmóviles sobre la
grama.
Nos inclinamos delante de ellos y
suplicamos:
Háblanos¡ Confíanos ahora el gran
secreto.
Explícanos el misterio de esta
caminata
y de este silencio que tanto nos
incomoda¡
Solo los caracoles conocen las causas
primeras
y saben el origen de todo, desde la
gran explosión
que creó el universo y todavía nos
aturde.
Por más que preguntemos ellos naden
nos dicen.
Pasan el día entero parados en la
grama
y ni siquiera nos contemplan.
Los cómplices
Cuando voy por estos campos
un gavilán me acompaña,
estridente compañía,
sombra de sueño y de furia.
Una frontera de sol
nos mantiene distanciados:
al gavilán cielo y nubes,
a mí las piedras y los árboles.
Cada uno en su territorio,
y el mismo intento silencioso
en el corazón predatorio.
¿A quién herir o matar?
Por mis campos van dos cómplices,
ambos mal acompañados.
La parada
De mañana y tarde
al descender de la noche
subiendo la colina
me detengo ante Dios.
Nada le pregunto.
Ninguna respuesta
en el tiempo espacial
que pasa en blanca luz
e incomoda la claridad.
No voy por donde voy
ni vengo de donde vengo
cuando subo la colina
y sin ningún cansancio
llego a la pura altura
de amor y galaxia.
El trapiche
Quieres que guarde para ti el rocío.
¿Pero cómo puedo guardar lo que se
disuelve
en el sol, como el viento, el amor y la
muerte?
¿Cómo guardar los sueños que soñamos
a medida que avanzamos convencidos
en lo oscuro y sin nadie a nuestro
lado?
¿Y los susurros de labios encantados
en otro lado del muro? ¿Y la hierba
que se arrellana
en la pista del aeródromo? ¿Y la
mancha aparecida
en la cáscara de la manga madura?
¿Cómo guardar la brisa sibilante
en el convexo del navío? ¿Y el vuelo
de las aves?
¿Y la barca abandonada que atraviesa
el río
y se detiene bajo el puente?
¿Cómo y por qué guardar una barda
ferrosa
y la ceniza del conuco
y la lluvia que llovía y el viento que
venteaba?
La nada guardaremos, nosotros que somos
el depósito de todo, el arca y el
trapiche.
El rocío, que es eterno, se evapora
llegada su hora. Y nuestros sueños
nos aguardan fielmente en sus túmulos.
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