viernes, 30 de agosto de 2019

Balada Khassonkée de Dioudi

Dundumba, tambor que suele acompañar la narración oral de los africanos 



En Malí, en la llamada región de Kaynes, vive el grupo étnico  khassonké (CAH-KES-SON-QUE), descendiente de los fulas y malinkes africanos. Hasta esa región se fue el poeta senegalés, Léopold Sédar Senghor, para recoger esta leyenda que constituye una pieza esencial en la oralidad  africana. Del idioma khassonké logró hacer una versión en francés, recogida en  la edición de sus obras completas. Ofrecemos esta versión nuestra en español. CM




Doncellas, cuyos ojos pueden hacer latir tan bien el corazón de los hombres más fríos, ustedes que pueden, con solo una mirada, generar más males que el fusil cargado hasta la boca y más placer que la visión del río después de una larga marcha en el desierto, escuchen la historia de Dioudi, que murió de amor.

Guerreros que hacen temblar al enemigo, que se precipitan sobre él con la impetuosidad del río después del primer huracán, ustedes que con  valor defienden a las doncellas de la esclavitud y  de las brutalidades de los invasores, escuchen la historia de Sega, que murió de amor.
Bakary era un gran rey, que mandaba en todo el Bokounou. Su nombre era venerado por los habitantes de cien pueblos y atemorizaba a sus enemigos porque tenía un gran número de valientes guerreros cuya bravura era irresistible.
La tata de Bakary era una gran fortaleza en la cual había gran número de esclavos, armas, tejidos, víveres y oro en cantidad. Porque Bakay era el jefe más poderoso del país.
Bakary poseía todas las riquezas, pero lo más preciado que tenía era su hija, la bella Dioudi.
¡Guerrero! Tú que nunca temblaste ante la lanza de tu enemigo, temblarías ante los ojos de Dioudi. Hubieras seguido su mirada temblando. Hubieras sido el más feliz de los hombres si ella te hubiese sonreído. Hubieras querido morir si ella te desdeñara.
Es que ella era bella, Dioudi. Todas las doncellas  de su ciudad eran bellas, pero, cuando Dioudi aparecía, nadie las veía ya. No se mira más a las estrellas cuando aparece el sol.
Todos los hombres del país, e incluso los de muy lejos, estaban embelesados con Dioudi. Todos querían su amor. Pero Dioudi es exigente; no amaría sino lo más bello, lo más valiente, los más amoroso.
Vamos, ¡jóvenes guerreros! ¿quién de ustedes será amado por Dioudi?
Dioudi es bella como el sol del levante. Dioudi es ágil como la gacela, Dioudi  hace perder la memoria y hace temblar al hombre más resuelto.
Cuando Dioudi habla, todos los jóvenes se callan y no saben ya hablar. Vamos, jóvenes guerreros ¿quién de ustedes será amado por  Dioudi?
Es a Séga a quien Dioudi ama; ella que hace temblar de emoción a todos los jóvenes, ella se emociona cuando lo encuentra. Y Séga, que es el más bello, el más valiente, el más amoroso de los guerreros, se une a su paso.
Sin que su voz le diga nada, sus ojos le dicen cosas que  hunden a los dos en el éxtasis.
Séga ama a Dioudi, Dioudi ama a Séga. Guerreros, pierdan la esperanza, Dioudi será para Séga. Séga para Dioudi. Durante la vida, durante la muerte.
Dioudi ama a Séga. Séga ama a Dioudi. Ellos nunca han hablado, se han visto una vez y ellos saben todo el amor que tiene uno por el otro.
Nadie los ha visto, nadie sabe que ellos se conocen. Séga pasa largas horas cerca de Dioudi. Dioudi ama a Séga. Séga ama a Dioudi.
El amor sabe reunir a los amantes al mismo tiempo que ciega y hace sordos a aquellos que protegen a las doncellas.
Séga ama a Dioudi, la hija del rey. Pero él es pobre, es de nacimiento oscuro, no puede pretender ser su esposo. Qué importa! Séga y Dioudi no estaban concebidos para que se amasen.  Su amor nació sin que lo supieran. Ellos no se conocieron sino cuando el amor era inmenso y los dominaba totalmente.
Los amantes no piensan en el futuro, se amaban y eso es todo. Cuando están juntos, no desean nada; todo el resto del mundo le es indiferente.
Séga ama a Dioudi. Dioudi ama a Séga.
Ellos se ven cada noche. Ellos están felices. Nadie conoce su amor; nadie entraba su pasión; ellos no piensan en el futuro.
Pero, lamentablemente! La dicha tiene solo un día; la desgracia dura toda la vida.
Llora Dioudi! Llora Séga! He aquí la desgracia que va a ensañarse contra ustedes. Su amor es tan grande que morirán por él.
La guerra está declarada. El enemigo avanza, quema las ciudades, mata a los hombres, secuestra a las mujeres y las convierten en esclavas, roba las cosechas y los ganados. Los buitres le siguen porque así ellos comen abundantemente por todas partes por donde pasa.
Los Bambaras son crueles. Matan a los guerreros. Convierten a los niños en esclavos. Violan a las mujeres. ¡Ten cuidado, Bakary!
Bakary hace sonar los tambores de guerra.
Acudan, jóvenes guerreros. De todos lados, acudan con fervor, ustedes tienen sus gritos, que los hace invulnerables. Ustedes tienen vuestros fusiles cargados hasta la boca. Tienen pólvora a profusión.
Acudan, ¡jóvenes guerreros! Hay que defender al país. ¡Monten en él guardia!
Los Bambaras violan a las doncellas, pero ustedes, que son más bravos que los Bambaras, ustedes sabrán salvar a sus mujeres, a sus doncellas.
Los Bambaras son ricos, pero ustedes los despojarán de sus ganados, de sus armas, de su oro.
Los guerreros acuden, el primero es Séga. Séga no es conocido. El era dubitativo, suplicante, tembloroso de emoción frente a Dioudi. Pero, con las armas en la mano, es formidable.
Séga es un simple y oscuro guerrero para el común de la gente; pero es tan fuerte, tan bravo, tan osado que, pronto, él es el jefe. Hace que sus amigos se comprometan en el combate. Él es el más bravo, el más osado. Sus amigos le siguen y le obedecen. Séga es un gran jefe.
Dioudi llora, Dioudi tiembla por los días de Séga, ella se siente desolada y buscar esconder su dolor.  Pero Bakary se percata de que Dioudi está triste. “Dios mío, Dioudi, ¿cuáles son tus dolores?” Pero permanece muda. Dioudi no dirá a nadie que ama a Séga.
El tiempo transcurre; la guerra dura, y Dioudi se desespera. Tiembla por la vida de Séga pero otros dolores la van a invadir.
Dioudi, pon tu brazalete en el tobillo. Dioudi, serás madre pronto.
Dioudi, has tenido un niño que se parecerá a Séga. Cuidado, Dioudi! tu padre, el rey Bakary, está furioso. Bakary quiere saber quién es el temerario que osó aprovecharte.
Morirá, ¡ese temerario! La hija del rey no puede ser amada sino por un rey. Aquel que la sedujo debe morir.
Dioudi, dime, te lo ordeno, ¿quién es el encantador de tu corazón? Te juro que él morirá.
“Sabré buscar por todas partes. Él ha deshonrado a mi hija, morirá.
“Dioudi, dime su nombre, dime quién es  ese hombre.”
Padre mío, aquel que amo es bello como el sol. Bravo como un león. Sagaz como un anciano. Pero yo no te diré su nombre. Él no debe morir; él debe ser tu hijo amado, será tu sucesor.
Dioudi, me dirás su nombre, sabré forzarte a decírmelo. Quiero que lo maten. Te vamos a encerrar; sufrirás todos los dolores. Te privaré de alimento. Te haré soportar todas las torturas para forzarte a decirme su nombre, pues quiero que muera  aquel que ha deshonrado a mi hija.
“Dioudi, dime el nombre de tu seductor.”
Padre mío, aquel que amo es bello como el sol. Bravo como un león. Sagaz como un anciano. Pero no te diré su nombre. Él es sagaz como un anciano. Pero yo no te diré su nombre.  Él no debe morir; debe ser tu hijo amado, será tu sucesor.
Dioudi, me dirás su nombre, sabré forzarte a decírmelo. Te haré morir de privaciones y de torturas si no me lo dices.
Pero Dioudi no revelará su nombre de aquel a quien ama.
Séga hace prodigios. Los Bambaras retroceden; y él prosigue con tesón.
Séga es un gran jefe, es él quien comanda a todos. Es más osado que nadie. Es prudente en el consejo. Sorprende siempre al enemigo y no se deja nunca sorprender.
Es Séga quien ha vencido a los Bambaras. Séga es un gran jefe.
Bakary felicita a Séga, es Séga quien ha vencido a los Bambaras. Bakary está dichoso, abraza a Séga. “Dime, bravo guerrero, ¿qué quieres por recompensa? Eres un gran jefe. Eres mi igual. Dime lo que deseas: te juro que te lo daré.”
Gran Rey, quiero algo que no veo aquí. Gran Rey, estoy presto a retornar al combate aunque tuviese que matar a otros enemigos, correr de nuevo peligro, obtener aún más victorias para tu grandeza.
“Gran Rey, si tú quiere hacerme feliz, dame a Dioudi como esposa.
Dioudi a quien amo y quien es las más bella, la más dulce, la más amorosa de las doncellas. Gran Rey, amo a Dioudi”.
Lo lamento, lo lamento. Dioudi está muerta. Murió de amor sin querer revelar el nombre de aquel que ella amaba;  de aquel que es bello como el sol, bravo como el león, sagaz como un anciano.
“Sega! Dioudi está muerta, murió de amor mientras tú combatías a los Bambaras, mientras te cubrías de gloria, mientras obtenías la victoria. Dioudi murió de amor.”
Séga se desespera. Sega se desmaya como una mujer, cuando se entera de la funesta noticia. Séga no quiere ya nada, no pide ya nada, no piensa sino en Dioudi. Lanza sus armas, su botín, permanece sordo a todas las felicitaciones: no escucha los gritos de alegría. Corre hacia la tumba de su amada, y muere de dolor llamando a Dioudi, su amada Dioudi, que murió de amor.
Guerreros que hacen temblar al enemigo, que se precipitan sobre él con la impetuosidad del río después del primer huracán, ustedes que con  valor defienden a las doncellas de la esclavitud y  de las brutalidades de los invasores, escuchen la historia de Sega, que murió de amor.



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