Silencio
Stéphane
Martelly
Ilustraciones de la misma autora |
Digo “tarde” porque podría caer la noche. Las risas congeladas de antaño
basculan en volutas inacabadas. Pero nadie viene. Rezo para solicitar un cuerpo
que no sea un pozo vacío. ¿Cuándo llegará el silencio a mi boca?
Nada.
¡Las cosas que diría si supiera hablar¡ Pero solo la harina llueve y
juega a las cartas postales. Las ráfagas del sueño se dispersan
Yo digo “tarde” porque el sufrimiento vuela bajo y busca por cuál
esquina tomar la cola. Los abismos brillantes del sueño han escogido las
horas. Eso no quiere decir nada. Pero yo no sé hablar. Balbuceo las frases. Que no quieren nunca
decir nada, salvo mi incapacidad y negación a callarme.
Busco el desvelamiento de velos muaré allá donde no hay viento y donde
la lluvia hueca gota a gota vacía sus fallas. Despliego mi pobreza como un
mantel dominguero: cuando ellos comprendan, entonces sabré cuánto he mentido. Pero el tiempo no
habrá decantado las fórmulas de su sentido.
Marcharé a lo largo de los muros., sorprendido de no haber
visto a los otros percatarse de mi grito perpetuo.
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No puedo escribir nada. Los veranos se han perdido. Entonces yo simulo
escribir para convencerme a mí mismo que no sé hablar. Que sé hablar. No
obstante, mi boca se abre y se llena de vacío. No sé nada más.
No hay ninguna ventilación aquí. Por lo tanto nada puede volar. Como un
mal pobre, mi lengua huye entre mis piernas.
Digo tarde. Jueves tarde. No hay más música para hacer temblar las
caderas de la tierra. Las sillas están sentadas. Todo está soso y muerto. Pero
no hay muerte. No hay sino blanco. Y yo no sé hablar.
Digo “tarde” porque es falso. No hay noche y no duermo nunca. Las palmas sombrías han acabado el hilo que pende. Y nocturnos, los trazos son niños que duermen.
Digo “tarde” porque es falso. No hay noche y no duermo nunca. Las palmas sombrías han acabado el hilo que pende. Y nocturnos, los trazos son niños que duermen.
Todo comienza en su fin.
Solo hay sangre y agua.
Aunque no mucha sangre para que lloren las sambas.
Digo “tarde” porque eso no quiere decir nada y yo busco otra esquina de la rivera. Eso está bien y es una oportunidad. Pero el día ha conocido heridas más tristes y la bodega ha expulsado sus puertas alcohólicas. La noche finge, resbala y se baña durmiéndose.
Digo “tarde” porque los huecos son pálidos y el día crucificado. Que
no hay palabras capaces de disimular la fealdad esencial del tiempo. Las gamas cantan su ascenso y descienden
sobre una disonancia.
Podemos enterrarnos en sus páginas. U obstinarnos en cavar la arena para
desenterrar las cigüeñas y los cangrejos. No tengo palabras caníbales a
medias. No sé pasar a la acción acostumbrada. Tengo mis volutas luminosas y
tranquilas bajo las bóvedas sucesivas donde se arquean en los artesonados.
Las conchas malnutridas se comen y
claman la libertad.
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Digo “tarde”. Y la deposo allá, y
me deshago de ella. Eso me deja tranquilo como las banalidades de donde habla y
se esconde. Desalojo mi vientre y no consigo nada que valga la pena.
Caricaturizo mi propio papel para hacerme visible.
Me gustaría tanto tener el orgullo al nivel y el sufrimiento generoso.
Pero el mal que porto no le canta a las riveras y se niega obstinadamente a la
complacencia de la mirada. Es el único modo de quedar entero. No tengo isla
mítica donde refugiarme: las islas que marchan se han ahogado, pero me niego a
participar en vuestro ver.
No me parece.
Aguardo el silencio.
Digo “tarde”, y la borra del café me fija dolorosamente el fondo de las
tasas sucias.
Stéphane Martelly
Repartida entre la educación, la poesía y la pintura, Stéphane Martelly, nacida en Puerto Príncipe, en 1974, guarda la esperanza de conseguir en la creación alguna cosa que sea verdad, un suplemento de voz.
Repartida entre la educación, la poesía y la pintura, Stéphane Martelly, nacida en Puerto Príncipe, en 1974, guarda la esperanza de conseguir en la creación alguna cosa que sea verdad, un suplemento de voz.
Traducción: Celso Medina
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