Poemas en prosa de Alosyus Bertrand
Ilustración: Celso Medina |
Harlem
Cuando en Amsterdan el gallo cante
la gallina de oro de Harlem pondrá
Las Centurias de Nostradamus
Harlem, esta admirable comedia qui resume la escuela
flamenca, Harlem pintada por Jean Breughel, Peeter-Neef, David Téniers y Paul
Rembrandt ;
Y el canal donde el agua azul tiembla, y la iglesia donde los vitrales de
oro arden, y el balcón de piedra donde se seca la ropa al sol, y los techos de
musgo;
Y las cigüeñas que baten sus alas alrededor de los
relojes de la ciudad, extendiendo su cuello a los cielos altos y recibiendo en
su pico las gotas de las aguas;
Y el despreocupado burgués que acaricia su mejilla, y
el florista que enflaquece, con el ojo pegado a un tulipán;
Y el bohemio que se desmaya sobre su mandolina, y el
anciano que toca el Rommelpot, y el infante que sopla un globo.
Y los borrachos que fuman en el
cafetín sórdido, y la sirviente de la
hostelería que guinda de la ventana un faisán muerto.
El albanil
El maestro de obras. - Observe estos
bastiones, estos contrafuertes: se diría
que están construidos para la eternidad. SCHILLER.
El albañil Abraham
Knupfer canta, la cuchara en la mano, colgado del aire, tan alto que, bordeando los bordes góticos,
nivela sus pies con los treinta soportes de los arcos salientes, y la ciudad con las treinta iglesias.
Ve la tarasca de
piedra vomitar agua de las rocas del abismo confuso de las galerías, de las
ventanas, de los colgantes, de los campanarios, de las torres, de los techos y
de las estructuras, que manchan con un punto gris el ala amellada e inmóvil del
pichón.
Ve las fortificaciones
que se recortan en las estrellas, la ciudadela que alardea como un pavo real en
una tarta, los conductos de los palacios donde el sol seca las fuentes, y los claustros
de los monasterios donde la sombra rodea el entorno de los pilares.
Las tropas imperiales
se alojaron en los suburbios. He allí a un hombre desenvuelto que tamborilea
allá abajo. Abraham Knupfer se distingue por su sombrero de tres alas, su bufanda de lana roja, su escarapela
trensada, con su cola terminada en una cinta.
Lo que ve ahora, son sordos que, en el parque adornado de
gigantescas enramadas, sobre amplios céspedes de esmeralda, acribillan de un
tiro de arcabuz un pájaro del bosque situado en la punta de mayo.
Y en la tarde, cuando
la nave armónica de la catedral duerme recostada en los brazos de la cruz,
percibe de la escala, en el horizonte, una ciudad incendiada por guerreros, que
arde como un cometa en el azul.
El alumno de Leyde
No se deberían tomar muchas precauciones por el tiempo que discurre, sobre todo después que las falsas monedas se han establecido en este país.
Le Siège de Berg-op-Zoom
Se sienta en su sillón
de terciopelo de Utrech, señor Blasius, la mejilla en su fresa de fino encaje, como
el ave que un cocinero prepara para asar en su loza.
Se detiene ante su
banco para contar las monedas de medio florín, yo, pobre escolar de Leyde, que tiene un gorro y un calzón rotos, parado
sobre un pie como una grulla sobre una estaca.
He aquí el aparato que
sale de la caja de las extrañas figuras chinas, como una araña que, replegando
sus largos brazos, se refugia en un tulipán matizado de miles de colores.
¿No diríamos, al ver
el aspecto alargado del maestro, sus dedos descarnados exaltados por las piezas
de oro, que estamos ante un ladrón agarrado en el hecho y apresado, con la pistola
sobre la garganta, ofrecer a Dios lo que le ha ganado al diablo?
La moneda que
examinas con desconfianza a través de tu lupa es menos equívoca y ambigua que tu pequeño ojo gris, que humea
como un farolillo mal apagado.
El aparato
volvió a entrar en su caja de laca en las brillantes figuras chinas, el señor
Blasius se levanta a la mitad de su sillón de terciopelo de Utrecht, y yo,
saludo al suelo, retrocedo, pobre alumno de Leyde, que está abajo, con sus zapatos rotos.
Traducción del francés: Celso Medina
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