sábado, 2 de julio de 2016



Poemas en prosa de Alosyus Bertrand


Ilustración: Celso Medina

 

Harlem


Cuando en Amsterdan el gallo cante
la gallina de oro de Harlem pondrá

 Las Centurias de Nostradamus


Harlem, esta admirable comedia qui resume la escuela flamenca, Harlem pintada por Jean Breughel, Peeter-Neef, David Téniers y Paul Rembrandt ;

Y el canal donde el agua azul  tiembla, y la iglesia donde los vitrales de oro arden, y el balcón de piedra donde se seca la ropa al sol, y los techos de musgo;
Y las cigüeñas que baten sus alas alrededor de los relojes de la ciudad, extendiendo su cuello a los cielos altos y recibiendo en su pico las gotas de las aguas;
Y el despreocupado burgués que acaricia su mejilla, y el florista que enflaquece, con el ojo pegado a un tulipán;
Y el bohemio que se desmaya sobre su mandolina, y el anciano que toca el Rommelpot, y el infante que sopla un globo.
Y los borrachos que fuman en el cafetín sórdido, y  la sirviente de la hostelería que guinda de la ventana un faisán muerto.



El albanil

El maestro de obras. - Observe estos bastiones, estos contrafuertes: se  diría que están construidos para la eternidad. SCHILLER.

El albañil Abraham Knupfer canta, la cuchara en la mano, colgado del aire,  tan alto que, bordeando los bordes góticos, nivela sus pies con los treinta soportes de los arcos salientes, y  la ciudad con las treinta iglesias.
Ve la tarasca de piedra vomitar agua de las rocas del abismo confuso de las galerías, de las ventanas, de los colgantes, de los campanarios, de las torres, de los techos y de las estructuras, que manchan con un punto gris el ala amellada e inmóvil del pichón.
Ve las fortificaciones que se recortan en las estrellas, la ciudadela que alardea como un pavo real en una tarta, los conductos de los palacios donde el sol seca las fuentes, y los claustros de los monasterios donde la sombra rodea el entorno de los pilares.
Las tropas imperiales se alojaron en los suburbios. He allí a un hombre desenvuelto que tamborilea allá abajo. Abraham Knupfer se distingue por su sombrero de tres alas,  su bufanda de lana roja, su escarapela trensada, con su cola terminada en una cinta.
Lo que ve ahora,  son sordos que, en el parque adornado de gigantescas enramadas, sobre amplios céspedes de esmeralda, acribillan de un tiro de arcabuz un pájaro del bosque situado en la punta de mayo.
Y en la tarde, cuando la nave armónica de la catedral duerme recostada en los brazos de la cruz, percibe de la escala, en el horizonte, una ciudad incendiada por guerreros, que arde como un cometa en el azul.




El alumno de Leyde

No se deberían tomar muchas precauciones por el tiempo que discurre, sobre todo después que las falsas monedas se han establecido en este país.
Le Siège de Berg-op-Zoom

Se sienta en su sillón de terciopelo de Utrech, señor Blasius, la mejilla en su fresa de fino encaje, como el ave que un cocinero prepara para asar en su loza.
Se detiene ante su banco para contar las monedas de medio florín, yo, pobre escolar de Leyde,  que tiene un gorro y un calzón rotos, parado sobre un pie como una grulla sobre una estaca. 
He aquí el aparato que sale de la caja de las extrañas figuras chinas, como una araña que, replegando sus largos brazos, se refugia en un tulipán matizado de miles de colores.
¿No diríamos, al ver el aspecto alargado del maestro, sus dedos descarnados exaltados por las piezas de oro, que estamos ante un ladrón agarrado en el hecho y apresado, con la pistola sobre la garganta, ofrecer a Dios lo que le ha ganado al diablo?
La moneda que examinas con desconfianza a través de tu lupa es menos equívoca  y ambigua que tu pequeño ojo gris, que humea como un farolillo mal apagado.
El aparato volvió a entrar en su caja de laca en las brillantes figuras chinas, el señor Blasius se levanta a la mitad de su sillón de terciopelo de Utrecht, y yo, saludo al suelo, retrocedo, pobre alumno de Leyde,  que está abajo, con sus zapatos rotos.

Traducción del francés: Celso Medina



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