sábado, 16 de julio de 2016

Horizonte quimérico


Jean de La Ville de Mirmont

Ilusstración: Celso Medina

I
Nací en un puerto y desde niño
He visto pasar por aquí países diversos.
Atento a la brisa y siempre presto a partir,
Mi corazón jamás tomó el camino de la mar.

Conozco todos los nombres de las jarcias y de los mástiles,
La nostalgia y las chácharas de los capitanes,
Los tonelajes y la carga de los barcos que retornan
Y la suerte de los barcos que no volverán.

Presiento el tiempo que traerá la madrugada
La velocidad del viento y del huracán cierto,
Pues mi alma es un poco como aquellos radares,
Con etiquetas, sus hermanas, y faros apagados.

Los puertos tienen un perfume peligroso para los  hombres
Es cierto que mi corazón está débil y cansado para hacer ejercicio,
Pero prefiere dormir en aromas lejanas,
Dios mío, que qué puedo hacer, nací en un puerto.

II
Por el llamado sonriente de su clara extensión
Y los fuegos agitados de sus espejos danzantes
La mar, maga deslumbrante y desnuda.
Despierta grandes esperanzas a los corazones adolescentes.

Para intentar evitarla, su esfuerzo es estéril;
Los desventurados se hacen sus amantes,
Y,  desde entonces, un pesar eterno los exilia.
Pues no se cura en absoluto de sus abrazos.

Es ella la primera en abrir su cintura
De espuma, que me ofrece su amor peligroso
Mi alma guarda para siempre su quemadura

Y conservo su reflejo en mis ojos...

Traducción del francés: Celso Medina

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