Horizonte quimérico
Jean de La Ville de Mirmont
Ilusstración: Celso Medina |
I
Nací en un
puerto y desde niño
He visto pasar por
aquí países diversos.
Atento a la
brisa y siempre presto a partir,
Conozco todos
los nombres de las jarcias y de los mástiles,
La nostalgia y
las chácharas de los capitanes,
Los tonelajes y
la carga de los barcos que retornan
Y la suerte de
los barcos que no volverán.
Presiento el
tiempo que traerá la madrugada
La velocidad del
viento y del huracán cierto,
Pues mi alma es
un poco como aquellos radares,
Con etiquetas,
sus hermanas, y faros apagados.
Los puertos tienen
un perfume peligroso para los hombres
Es cierto que mi
corazón está débil y cansado para hacer ejercicio,
Pero prefiere
dormir en aromas lejanas,
Dios mío, que
qué puedo hacer, nací en un puerto.
II
Por el llamado sonriente
de su clara extensión
Y los fuegos agitados
de sus espejos danzantes
La mar, maga
deslumbrante y desnuda.
Despierta
grandes esperanzas a los corazones adolescentes.
Para intentar evitarla, su esfuerzo es estéril;
Para intentar evitarla, su esfuerzo es estéril;
Los desventurados
se hacen sus amantes,
Y, desde entonces, un pesar eterno los exilia.
Pues no se cura
en absoluto de sus abrazos.
Es ella la primera en abrir su cintura
Es ella la primera en abrir su cintura
De espuma, que
me ofrece su amor peligroso
Mi alma guarda
para siempre su quemadura
Y conservo su reflejo en mis ojos...
Traducción del francés: Celso Medina
No hay comentarios:
Publicar un comentario