sábado, 18 de junio de 2016

Lectura, formación docente y sinusitis

Celso Medina

Ilustración: Omar Rayo


El texto escrito escenifica dos ausencias: el lector está ausente cuando es redactado y cuando se lee, el ausente es el autor. De modo que leer es un dialogo de ausentes. ¿Qué motiva el encuentro de esos seres que no se conocen personalmente? Varias cosas: la necesidad de apropiarse de información desconocida, que luego sería utilizada en los aprendizajes o el deseo de visitar mundos que físicamente sería muy difícil que recorramos. Puede que también se imponga la disposición de aventurarnos a caballo en nuestra imaginación. 
La lectura no es una actividad que se produce naturalmente. Se enseña y se aprende. Es,entonces, responsabilidad de la educación formal y no formal enseñarla.  Y es una obligación de todos aprenderla. Obligación que debemos convertir en placer, porque realmente no hay letra que entre con sangre. Y ese placer del que hablamos no es hedonismo frívolo, sino goce verdadero, llave que abrirá inmensas puertas para hacer inteligible el mundo que nos tocó vivir.
Es mentira que leyendo uno va a percibir con mayor precisión la realidad. No, la realidad existe, pero no hay manera de captarla fielmente ni mucho menos reproducirla. De manera que lo que leemos son las verdades que cada quien se hace de su mundo. El ser humano tiene derecho a hacerse sus verdades, pero para hacer las suyas, tiene que enterarse de las verdades ajenas. Y ellas vienen facturadas muchísimas veces con la letra escritas, en libros, revistas, periódicos, etc.
A la realidad no hay que hacerle concesiones. Hay que afrontarla sensatamente y ser lector es una garantía de que nadie nos imponga realidades, sin que podamos reaccionar críticamente.
Hay quienes ya sustituyen el antíquísimo término educación por formación. Y puede que tengan razón. Pudiéramos valernos del símil del alfarero, quien moldea sus cerámicas aplicando sus manos sobre el barro dúctil. Pero el hombre o la mujer no son barro; son seres que nadie construye, sino que emergen. Y su vida está hecha de cuerpo y espíritu, un espíritu que se hace de una existencia frente a los otros. Por ello no son solo dos manos las que los moldean.  Múltiples alfareros hacen que el hombre se haga a sí mismo, valiéndose del influyo de sus vecinos de vida. Muchas de esas manos producen improntas en él. El libro y todo lo que pueda leer son manos que dan espesor a su humanidad.
Nos corresponde a nosotros forjar una de esas manos que abonarían improntas a los seres que tendrían que emerger pleno y presto a hacerse sus propias verdades. Formamos profesores o maestros, que saldrán de nuestras aulas universitarias a sumergirse en los liceos y escuelas del país. La pedagogía es la disciplina más transdisciplinar que podamos conseguir en el mundo moderno. Es nuestra responsabilidad tener conocimientos, lo más complejos y densos posibles, de la disciplina que escogemos enseñar. Pero hoy para conocer hay que recorrer caminos fronterizos, porque todos los conocimientos se corresponden y se alimentan. Por ello ser un lector acucioso y cuidadoso debe ser en nosotros norma común.
La complejidad del mundo de hoy nos exige mayor agudeza para captar los eventos, para no presentarlos a nuestros alumnos superficialmente o distorsionados. Para propiciar en nuestros estudiantes la búsqueda de verdades, nosotros debemos tener un importante capital epistemológico y experiencial que compartiremos con ellos, sin imponerlo.
Leer es una acción formativa importante. ¿Leer qué? Todo lo que sea pertinente y necesario para agrandar el número de manos que formen al espíritu del alumno. Por ello, nosotros, los profesores no solo debemos leer, sino leer atendiendo al sentido pedagógico de nuestra labor.
Si algo debe propender la enseñanza es a procurar que el alumno no nos necesite más cuando deje nuestras aulas. Que si nos vuelve a ver, sea para compartir sus lecturas, con la que nos mostrará las verdades que él ha sabido forjarse en virtud de su responsabilidad de existir.
El maestro no debe dar nada, porque lo que tiene es solo suyo. Lo que posee es intransferible. Dar puede esclavizar a su discípulo, pues lo dado encadena. De modo que su función podría ser màs bien propiciar la emergencia del sujeto en sus alumnos. Y propiciar ese sujeto es forjar en ellos vías que generen la conciencia de un ser  no solo de carne, sino también de ética. Entonces, tal vez se produzca el verdadero conocimiento, el saber que llegue para no irse nunca, puesto que será lo que el poeta africano Diop llama viàtico, es decir los aperos que le posibiliten recorrer la vida. Ese viaje a la vida no lo hará solo; será acompañado de los conceptos, personajes, eventos y de otras ricas imaginaciones que se procuró en las lecturas que le motivó su maestro. El también será maestro. Y sus verdades serán intransferibles,pero sí compartidas con sus propios alumnos, que podrían seguir transitando la larguísima travesía de vivir en realidades frente a las cuales podrán esgrimir críticas.
Un colega profesor  recibió el siguiente correo de uno de sus alumnos. El remitente es docente en ejercicio, cursante de una maestría:
“Profesor… Estoy apenadííísimo con usted por no cumplir las tareas que me mandó. Es que yo vivo muy lejos, no tengo carro y a veces no consigo transporte; usted me mandó unos libros en digital pero la conexión vía internet es muy remota; recuerde que yo no soy profesor de ciencias sociales; aparte tengo demasiado trabajo en la escuela por esa bendita reforma curricular que inventó el gobierno; el sueldo de maestro no me alcanza ni pa comprá un libro siquiera; y los libros me alborotan la sinusitis y tengo que imprimirlos, pero la tinta y el papel están por las nubes mi profe;  los hijos y el esposo (a) me exigen mayor atención y me da pena con ellos; los compañeros míos que avanzan más en los estudios es que son solteros, tienen pocas horas de clases y buena posición económica; también las enfermedades se precian de caer cuando uno está más ocupado e interesado en los estudios; nunca leo el periódico porque eso me mancha las manos y lo que aparece es pura política y violencia, lo que me deprime; hoy me tengo que ir temprano porque debo hacer una diligencia, recuerde que yo soy una persona muy ocupada..… y de paso, yo no sabía que tomar ideas de otros autores sin citarlos era ilegal....
​ Usted no me lo va a creer profe, y aunque tampoco me lo está preguntado, yo tengo que decirle que con ese problema alimentario y de inflación que tiene Venezuela, donde uno tiene que utilizar el tiempo haciendo largas colas, ahora va a ser muy difícil que yo compre un libro y me siente un rato a escribir....
Usted dirá...”.
Obviamente, la Universidad que graduó a ese colega fracasó rotundamente. Todo el cuadro que pintamos anteriormente, se vuelve cruel espejismo, ante un maestro que logró graduarse sin leer un libro. Lo cruel de eso no es que no se lo haya leído; es que jamás se lo leerá. Iluso uno, que creía que lo libros producen goce. Este colega casi propone quemarlos, para curarse su sinusitis. Y lo más patético es que se confiesa que es un delincuente académico culposo, pues "no sabía que tomar ideas de otros autores sin citarlos era ilegal....". Aquí es imposible hablar del texto escrito como el encuentro de dos ausencias. Es más bien la ausencias de dos ausentes. El texto seguirá esperando que se le cure la sinusitis al lector para poderle contactarlo. Pero, ¿impedirá eso que lo veamos recibir su título de Magister?


2 comentarios:

Carmen dijo...

Sigo la máxima de paulo Freire: "Hay que aprender a leer el mundo". Me gusta porque implica no solo el goce por la palabra escrita, abre posibilidades para el deleite ante el verbo, ante los sonidos de la naturaleza, la musicalidad, los sabores, olores, la gestualidad de los otros. Ahora ciertamente la carta del estudiante no sólo evidencia el fracaso de la escuela misma sino que es una muestra de que probablemente sus maestros, sus profesores tampoco son apegados a los libros, a la lectura. Más allá de la hilaridad que puede generarnos el asunto, está la necesaria revisión que debemos hacernos como docentes que somos. Revisar rigurosamente nuestro accionar, hurgar en aquello que proyectamos a nuestros estudiantes; sobre todo, tomar acciones que nos permitan hacer una siembra productiva de amor a la lectura en el sentido de lo que ya ha señalado el maestro brasileño, que por cierto se vincula con lo que nuestro Prieto Figueroa plantea en su " La Magia de los Libros". ¡El artículo es un clamor de siempre!

Unknown dijo...

LEER ES UNA NAVE -CARGADA DE EXPERIENCIAS- QUE NOS ABRE LA MIRADA A LOS HORIZONTES MÚLTIPLES, A LOS GRANDES OCÉANOS Y A LOS PEQUEÑOS RIACHUELOS, PARA CARGAR DE VITALIDAD NUESTRO VIAJE DE FORMACIÓN. LEER SÓLO SERÁ LECTURA, SI NOS DA EL DERECHO A CREAR. DECÍA JOSÉ MARTÍ: “CREAR ES LA PALABRA DE PASE DE ESTA GENERACIÓN"… PERO SIN SINUSITIS… CELSO. UN ABRAZO. EXCELENTE REFLEXIÓN Y CREATIVAS TUS OBRAS ARTÍSTICAS, EXPRESADAS EN LAS IMÁGENES.