Al
paseante de una tarde
Emile Verharren
Ilustración: Celso Medina |
Di, cuál es el paso
Los miles de pasos que van y vienen
sobre las grandes rutas del espacio,
Di, ¿cuál es el paso
que tranquilamente, una tarde, ante mi
puerta
Es humilde, mi puerta
Y pobre, mi casa,
Pero esas cosas no importan.
Espero que en mí entre todo el horizonte
a cada hora del día, abriendo mis
ventanas,
Y la luz y la sombra y el viento de las
estaciones
son la alegría y la fuerza y el aliento
de mi ser.
No tengo más que esta angustia por Dios
que hace morir a los santos y a los
mártires en Roma,
Mi corazón, que no ha cambiado de lugares
y de devoción,
prueba en él el amor y la angustia del
hombre.
Di, ¿cuál es el paso
Los miles de pasos que van y vienen
sobre las grandes rutas del espacio,
Di, ¿cuál es el paso
que tranquilamente, una tarde, ante mi
puerta
se detendrá?
Tomo las manos
a este hombre que vendrá
del extremo del mundo, con su paso;
Y ante la sombra y sus cien llamas
suspendidas
allá, en lo alto del firmamento,
dejando la bienvenida silenciosa
para tranquilizar la emoción y la doble
cadencia
de nuestros dulces corazones
combatientes.
Entonces, los dos, estaremos emocionados
de ser
cálidos y fraternos el uno para el otro,
Y nuestros dos corazones estarán
orgullosos de ser humanos
¡Y claros y confiables sin aún conocerse!
Nos hemos confesado con el loco deseo
de querer arder y vivir, alma contra
alma;
Nos mezclamos en cada impulso de perdón o
de castigo
Y nuestros ojos dejan sus lágrimas sorda
o brotada.
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