Maurice Godelier:
“Jamás y en ninguna parte la familia ha
sido el fundamento de la sociedad”
El antropólogo Maurice Godelier, el 14 junio de 2018, en Paris. Foto Edouard Caupeuil para Libération |
Por Sonya Faure et Cécile Daumas
Diario Liberation, 26 septiembre 2018
Traducción: Celso Medina
Procreación Médica Asistida (PMA) para las
lesbianas y solteras, levantamiento de anonimato para los donadores, Gestación
Para Otros (GPA), derecho a morir: el antropólogo Maurice Godelier,
especialista del parentesco, recuerda que la naturaleza del hombre es
transformar su existencia y hacerse siempre otro.
Apertura de la procreación médica asistida (PMA) a las
lesbianas y mujeres solteras, levantamiento del anonimato de los donadores: en
su opinión previa a la revisión de la ley bioética, hecha pública el martes, en
Francia el Comité Consultivo Nacional de Ética (CCNE) podría iniciar una
ruptura, un punto de inflexión en las historias familiares del futuro. Esas
proposiciones no son, por los momentos, sino una opinión. El debate público y
político va a durar muchos meses, la política decidirá (el proyecto de bioética
debe ser examinado en el primer trimestre 2019 en la Asamblea Nacional
francesa). En la larga historia del parentesco y de la filiación, ¿qué pensar
sobre este derecho que le daría a las mujeres la posibilidad de crear sin
padres? ¿Por qué la necesidad de conocer los orígenes cuando se ha nacido de un
donador anónimo? Antropólogo, especialista en las relaciones de parentesco,
Maurice Godelier trabaja en las grandes invariantes que estructuran nuestras
vidas y nuestros imaginarios: familia, religión, estado. Formado en las
cercanías de Lévi-Strauss, marcado por el marxismo y el estructuralismo, como
antropólogo ha vivido ampliamente en el seno de la sociedad baruya, en
Papouasie-Nueva-Guinea. A lo largo de sus trabajos, ha mostrado que la
sexualidad no era una cuestión de naturaleza, sino una producción social, que
la familia no era, contrariamente a las ideas recibidas, el fundamento de todo
sistema social. O que la muerte no se oponía a la vida, sino al nacimiento.
De su vida consagrada a la antropología, Maurice Godelier, ha
conservado la facultad de “descentrarse”, es decir suspender su juicio cuando
observa lo que hacen otros o cuando escucha lo que ellos dicen a propósito de
lo que ellos hacen. Por su libro de referencia Metamorfosis del parentesco
publicado en 2004 (Fayard), analizó 160 sociedades y describió cómo una
treintena de entre ellas se representa la procreación del niño. De este
estudio más cercano a la procreación, recuerda que la humanidad siempre ha
estado confrontada a la cuestión de la infertilidad y sin cesar ha estado intentando conseguir respuestas. Contrariamente a la nueva opinión que el Comité
de Ética ha hecho público el martes, estima que es posible legislar sobre la
GPA enmarcándola jurídicamente y filosóficamente. Convencido de que la
“sociedad produce la sociedad”, tiene confianza en los hombres y se cuida de
verse envuelto en el conservadurismo de principio. “Pienso que la vida en
sociedad se organiza en principio por la gente misma, según sus necesidades,
independientemente de las políticas o de los antropólogos.” Para él, y
contrariamente a la opinión del Comité de Ética, reivindicar el derecho a
disponer de la muerte es una “actitud socialmente lógica”. Se define como un
investigador comprometido, como un “Indisciplinado)”i.
En su
opinión expresada el martes, el Consejo Nacional de Ética propone el
levantamiento del anonimato de los futuros donantes de espermas, para los niños
procreados de esas donaciones. ¿Qué piensa usted de eso?
Cualquiera que sea el caso, el acceso a los orígenes es
fundamental para los niños. Me inclino por que se conozcan a los donadores, que
los niños que nazcan conozcan su historia real: ese es un problema de verdad y
de coraje para los padres. Para el niño, sería vivir más serenamente su
historia de vida. Muchas de las sociedades han inventado respuestas a la
esterilidad de las parejas. Algunas se anticiparon, de una cierta manera, al
principio de las madres portadoras. Un ejemplo africano es célebre. En una
tribu, si una mujer enviuda sin haber tenido niños, ella puede casarse con otra
mujer y elegir a un hombre para hacerle el amor a su esposa. Cuando los niños
nacen, los niños pertenecen al marido difunto. Es en el fondo una solución
cercana a la de las madres portadoras. Como lo vemos, esta no es la primera vez
que la humanidad se ve confrontada a este problema e intenta conseguirle
soluciones.
Pero
la práctica de las madres portadoras suscita muchas reticencias. El Comité de
Ética viene de nuevo a pronunciarse contra la GPA (Gestación Para Otros).
Es una reacción cultural que atraviesa las categorías
sociales, tanto la derecha como la izquierda, avala siempre un valor compartido
por muchos de los grupos sociales. Por lo tanto, desde un punto de vista, en la
finalidad de una GPA, se ayuda a una familia “normal”. El niño que nace está
genéticamente y socialmente asociado a sus padres. ¡Se admite a un tercero para
terminar por procrear en una pareja occidental clásica! Pero esta reticencia se
explica sin duda por el hecho de que la GPA es la imagen de una maternidad dividida
en dos. Hay dos mujeres para procrear un niño, y es este el obstáculo cultural y
ético en esta práctica.
Pienso que no se puede detener el proceso hacia la
legalización de la GPA. Habría que buscarle una solución debatida
políticamente, filosóficamente y enmarcada jurídicamente. Como en Canadá y en
ciertos estados de Estados Unidos, donde se instauró un contrato (una vez
nacido, el niño deja de pertenecer a la madre portadora, se fija un tope de
remuneración para evitar la comercialización del cuerpo de la mujer) y se
valora esta práctica: las madres portadoras dan la vida, ayudan a las otras a
tener un niño, es un regalo suyo. Esta es una visión muy polémica. Si no hay
una discusión colectiva y pública en Francia, que socialmente valore el gesto
de "madres sustitutas", siempre estaremos en un pantano de
"pro" y "en contra" y no avanzaremos.
El Comité de Ética sugiere igualmente abrir la PMA a las
parejas de mujeres. ¿Qué piensa usted?
Hay que partir del hecho de que el deseo de tener niño no
solo es de los heterosexuales sino también de los homosexuales y que ni en
ellos ni en los otros ese deseo es universal. Bien entendido, lo homosexuales
podrían recurrir a la adopción. Pero en Francia, solo un tercio de las demandas
de adopción son satisfechas después de largas esperas y muchos obstáculos.
Luego de mucho tiempo, en los países occidentales, las lesbianas crían niños
que han traído al mundo. Se unen a millares de mujeres que forman a sus niños
en el seno de familias donde el padre existe poco o nada. Hay, ciertamente, el
equivalente de un padre y de una madre para criar al niño. Pero ser padre o
madre, es asumir funciones sociales diferentes que pueden separar ampliamente
el sexo de aquello o de quien lo asuma. El cuidado al niño, su protección,
puede hacerse por dos personas de sexos diferentes o de un mismo sexo.
Procreación
Médica Asistida (PMA), acceso a los orígenes: luego del reporte del Comité de
Ética, una discusión va a desatarse y los legisladores decidirán. ¿Por qué esa
resistencia tan grande cuando se toca a la familia y a la filiación?
Inicialmente, Francia se posiciona, en efecto, en general de
manera conservadora - se vio con el matrimonio para todos. Al mismo tiempo, una
vez que el matrimonio para todos se adoptó, no se habló más. Es como si una
etapa, una vez alcanzada, fuese absorbida por el tejido social. Como si una
mayoría consentidora y silenciosa coexistiera con los oponentes. Y luego, se
continúa avanzando. La primera etapa de ese camino ha sido la
despatoligización, por la medicina, de la homosexualidad. Luego fue
“despervertizada”, por el lado de los psicólogos. Finalmente, la etología ha
mostrado que la homosexualidad estaba en la naturaleza: los bonobos se
masturbaban entre ellos. Los humanos son por naturaleza bisexuales.
Vivimos hoy una etapa inédita: nuestras sociedades han dado
un estatus matrimonial a la homosexualidad. Eso había sido reconocido desde
hace tiempo en algunas sociedades: en la Grecia antigua, en Lesbos, las mujeres
de la aristocracia tenían un ciclo de iniciación en la que la homosexualidad
era una etapa. En los baruyas, entre las cuales he vivido y trabajado, en
Papouasie, Nueva Guinea, todos los jóvenes tienen relaciones homosexuales hasta
su casamiento: en el interior de la “casa de los hombres”, los mayores dan su
semen a los más jóvenes, para hacerlos más fuertes. Eso era totalmente
prohibido luego del matrimonio. Pero al mismo tiempo, las sociedades siempre
han valorado la heterosexualidad puesto que era la manera de continuar la vida.
La heterosexualidad es y continúa siendo dominante. Hoy, la verdadera ruptura
es el reconocimiento de las parejas matrimoniales homosexuales. En mi
conocimiento, ninguna sociedad lo había hecho. Esta es una singularidad de las
sociedades occidentales dominantes modernas. Esta es una ruptura histórica que
crea nuevas formas de familias.
Justamente,
algunos se inquietan de esta ruptura antropológica que pondría en peligro la
familia, y conduciría a la sociedad a una forma de caos antropológico…
Jamás y en ninguna parte las relaciones de familia y la
familia han sido el fundamento de la sociedad humana. Esa es una ilusión, que
incluso los antropólogos comparten, y que se remonta a la antigüedad: así, para
Aristóteles, las tribus nacen de la unión entre las familias. La familia es, cierto,
fundamental para el individuo pero ella crea su primera identidad. Ya sea que
se adopte o no, primero forjamos nuestra identidad personal dentro de la
familia durante nuestra juventud. Pero luego, uno se convierte en un trabajador
o en un maestro, y es la sociedad la que nos da un lugar.
Lo que hace la sociedad, no es nunca las relaciones de
parentesco, incluso en las sociedades tribales: ellas son relaciones
político-religiosas. Estas abarcan a todos los grupos de parentesco y les dan
una identidad y unidad común. Establecen la soberanía de los grupos humanos
(clanes, castas o clases) sobre un territorio, sus habitantes y sus recursos.
Es lo político-religioso lo que hace a la sociedad y no la familia.
¿Cómo
explica usted las crispaciones actuales alrededor del fin de la vida? Sobre ese
punto, el Comité de Ética se opone a que el final de la vida sea una decisión
individual y no quiere modificar la Ley Claeys-Leonetti de 2016 (derecho a la
sedación profunda y continúa hasta la muerte)...
Esas es una tendencia francesa: el aislamiento de los
ancianos. Un gran número de personas de avanzada edad muere ahora en los
hospitales. Ellas se consiguen solas. Vivimos cada vez más y tenemos más y más
enfermedades relacionadas con la decrepitud del cuerpo. Paradoja: se pide a los
médicos, que den vida, acompañando a la muerte. Damos a los enfermeros la
función del cuido familiar: son ellos quienes acompañan a los agonizantes y no
los familiares como en otros tiempos. En tanto que las religiones preparan para
la muerte, nuestra sociedad, cada día más laica, quiere negarla. La laicidad no
produce muchos ritos alrededor de la muerte. Esta deviene un affaire
individual, microfamiliar. A partir del momento en que no se cree más que
existe una vida después de la muerte, la muerte no es vivida como el riesgo de
ir al infierno o al paraíso. La muerte es un punto final, a la que habría que
olvidar en el momento en que ella llega.
¿Acordar un derecho individual a morir en las situaciones
de fin de vida es factible en nuestras sociedades?
Hasta el presente, en el cristianismo, la vida pertenece a
Dios que nos ha dado su alma. El suicidio era prohibido. Hoy, muchos piensan
que es uno de los derechos del individuo escoger su muerte. En nuestras
sociedades individualistas, la reivindicación del derecho a disponer de la
muerte es una actitud socialmente lógica.
Usted
tiene una seguridad serena respecto a esas cuestiones éticas eminentemente
complejas. ¿Eso es el fruto de comprender y estudiar las vidas en otras
sociedades?
Pienso que la vida en la sociedad la organizan inicialmente
las propias personas, de acuerdo con sus necesidades, independientemente de los
políticos o los antropólogos. Pero la política está ahí para hacer las cosas.
Mire el aborto: antes de la legalización, las mujeres recurrían al aborto
clandestinamente. En ese sentido Simone Veil tuvo el coraje de hacer que se
votara la ley y esas mujeres dejaron de ser “indignas”, consiguieron un lugar
en la sociedad. Fue una ruptura formidable. De la misma manera, hoy, las parejas
y las mujeres tienen recursos en la GPA y en la PMA yendo al extranjero. Las
sociedades viven con un valor de representaciones, concernientes al cuerpo y a
la sociedad, que son muy antiguas. Eso es lo que hace que la legalización del
matrimonio homosexual sea una ruptura. Pero esta ruptura ha sido preparada por
los actores mismos: las parejas gays vivían ya juntas y educaban, de hecho, a
los niños. En su libro póstumo La otra cara de la luna (2011),
Lévi-Strauss no decía otra cosa (estando vivo hubiera sido un escándalo): la
humanidad debe progresar para resolver los nuevos problemas.
Ha dicho justamente que los humanos no se contentan con
vivir en sociedad, sino que ellos producen sociedad para vivir.
Siempre. La humanidad es naturalmente una especie social. No
existimos sino en sociedad. Es la naturaleza la que nos ha dado ese modo de
existencia, y nuestro cerebro nos permite inventar nuevas relaciones sociales, transformarnos.
Somos una especie social que tiene la capacidad- - en comparación con chimpancés
o bonobos – de transformar el punto de partida de nuestra existencia, de
hacernos otros. La esencia del hombre es todo lo que la humanidad ha inventado
para sí misma. Y no ha terminado: no hay un principio de cierre.
¿Entonces la referencia a la naturaleza no tendría
verdaderamente sentido?
Al contrario, porque tenemos un cuerpo. Hasta el presente, es
por apareamiento que logramos tener niños. El anclaje en la naturaleza, es
nuestra necesidad de alimentarnos, de dormir, nuestros deseos sexuales, encontrar
en la naturaleza los medios materiales para seguir existiendo... No debemos
desmaterializarnos. Por ello hay que respetar la naturaleza. Pero lo que me
impacta, en tanto que antropólogo, en todas las sociedades que he frecuentado,
es que una gran parte de las relaciones sociales, es imaginario petrificado. La
mezquita, la iglesia, el arte de Goya o del Greco: una gran parte de lo que
somos, de nuestra vida, es imaginario transformado en realidades sociales,
psicológicas y materiales. En el Nuevo Testamento, Jesús dice al discípulo que
quería ver y tocar sus llagas para creer en su resurrección: “Tú me has creído
porque has visto, bienaventurados aquellos que creen sin ver”. Filosofía
fundamental. La creencia en cosas que no existen constituye una parte importante
de nuestra vida, de nuestro universo mental. No es lo irreal ordinario, lo
surreal, es, para aquellos que creen, más real que la vida real.
¿Ocurre también con la muerte?
Todas las sociedades, sean ellas monoteístas o politeístas,
piensan que la muerte no es el fin de la vida: después de la muerte, la vida
continúa bajo otra forma. Es una invariante de toda cultura. La muerte, en
todas las sociedades, es una disyunción: algo se separa del cadáver. Si es una disyunción,
entonces, la muerte no se opone a la vida sino al nacimiento, que es, una
conjunción: para las religiones, el alma es entonces introducida por Dios en el
feto. Pero, es totalmente contra-intuitivo: ¡nadie jamás ha visto un alma
entrar o salir de un cuerpo! Es el imaginario, la construcción de un
pensamiento especulativo. Pero esas formidables creaciones especulativas
generan la arquitectura, el arte, las relaciones sociales, las
cosmo-sociologías, las castas hindúes, las iniciaciones de los baruyas, el
Dalai-Lama. Reconocer el carácter especulativo e imaginario de una parte de lo
real, es devenir un filósofo crítico.
¿Por qué dice que ese imaginario es petrificado?
Porque dura tiempo…. 2000 años si se es cristiano, más si se
es hinduista o budista. No se puede erradicar la religión. Uno puede separarse
individualmente a través de un proceso de vida personal. No creo que los dioses
existan y tengo tantos dioses en mi cabeza que no puedo decidir cuál es el
único verdadero. Pero para aquellos que creen en todos los dioses son verdad.
(1) La Pratique de l’anthropologie. Du décentrement
à l’engagement, entrevista presentada par Michel Lussault, PUL.
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