lunes, 1 de octubre de 2018


Maurice Godelier:

“Jamás y en ninguna parte la familia ha sido el fundamento de la sociedad”

El antropólogo Maurice Godelier, el 14 junio de 2018, en Paris. Foto Edouard Caupeuil para Libération

Por Sonya Faure et Cécile Daumas 
Diario Liberation, 26 septiembre 2018
Traducción: Celso Medina


Procreación Médica Asistida (PMA) para las lesbianas y solteras, levantamiento de anonimato para los donadores, Gestación Para Otros (GPA), derecho a morir: el antropólogo Maurice Godelier, especialista del parentesco, recuerda que la naturaleza del hombre es transformar su existencia y hacerse siempre otro.


Apertura de la procreación médica asistida (PMA) a las lesbianas y mujeres solteras, levantamiento del anonimato de los donadores: en su opinión previa a la revisión de la ley bioética, hecha pública el martes, en Francia el Comité Consultivo Nacional de Ética (CCNE) podría iniciar una ruptura, un punto de inflexión en las historias familiares del futuro. Esas proposiciones no son, por los momentos, sino una opinión. El debate público y político va a durar muchos meses, la política decidirá (el proyecto de bioética debe ser examinado en el primer trimestre 2019 en la Asamblea Nacional francesa). En la larga historia del parentesco y de la filiación, ¿qué pensar sobre este derecho que le daría a las mujeres la posibilidad de crear sin padres? ¿Por qué la necesidad de conocer los orígenes cuando se ha nacido de un donador anónimo? Antropólogo, especialista en las relaciones de parentesco, Maurice Godelier trabaja en las grandes invariantes que estructuran nuestras vidas y nuestros imaginarios: familia, religión, estado. Formado en las cercanías de Lévi-Strauss, marcado por el marxismo y el estructuralismo, como antropólogo ha vivido ampliamente en el seno de la sociedad baruya, en Papouasie-Nueva-Guinea. A lo largo de sus trabajos, ha mostrado que la sexualidad no era una cuestión de naturaleza, sino una producción social, que la familia no era, contrariamente a las ideas recibidas, el fundamento de todo sistema social. O que la muerte no se oponía a la vida, sino al nacimiento.

De su vida consagrada a la antropología, Maurice Godelier, ha conservado la facultad de “descentrarse”, es decir suspender su juicio cuando observa lo que hacen otros o cuando escucha lo que ellos dicen a propósito de lo que ellos hacen. Por su libro de referencia Metamorfosis del parentesco publicado en 2004 (Fayard), analizó 160 sociedades y describió cómo una treintena de entre ellas se representa la procreación del niño. De este estudio más cercano a la procreación, recuerda que la humanidad siempre ha estado confrontada a la cuestión de la infertilidad y sin cesar ha estado intentando  conseguir respuestas. Contrariamente a la nueva opinión que el Comité de Ética ha hecho público el martes, estima que es posible legislar sobre la GPA enmarcándola jurídicamente y filosóficamente. Convencido de que la “sociedad produce la sociedad”, tiene confianza en los hombres y se cuida de verse envuelto en el conservadurismo de principio. “Pienso que la vida en sociedad se organiza en principio por la gente misma, según sus necesidades, independientemente de las políticas o de los antropólogos.” Para él, y contrariamente a la opinión del Comité de Ética, reivindicar el derecho a disponer de la muerte es una “actitud socialmente lógica”. Se define como un investigador comprometido, como un “Indisciplinado)”i.
En su opinión expresada el martes, el Consejo Nacional de Ética propone el levantamiento del anonimato de los futuros donantes de espermas, para los niños procreados de esas donaciones. ¿Qué piensa usted de eso?
Cualquiera que sea el caso, el acceso a los orígenes es fundamental para los niños. Me inclino por que se conozcan a los donadores, que los niños que nazcan conozcan su historia real: ese es un problema de verdad y de coraje para los padres. Para el niño, sería vivir más serenamente su historia de vida. Muchas de las sociedades han inventado respuestas a la esterilidad de las parejas. Algunas se anticiparon, de una cierta manera, al principio de las madres portadoras. Un ejemplo africano es célebre. En una tribu, si una mujer enviuda sin haber tenido niños, ella puede casarse con otra mujer y elegir a un hombre para hacerle el amor a su esposa. Cuando los niños nacen, los niños pertenecen al marido difunto. Es en el fondo una solución cercana a la de las madres portadoras. Como lo vemos, esta no es la primera vez que la humanidad se ve confrontada a este problema e intenta conseguirle soluciones.
Pero la práctica de las madres portadoras suscita muchas reticencias. El Comité de Ética viene de nuevo a pronunciarse contra la GPA (Gestación Para Otros).
Es una reacción cultural que atraviesa las categorías sociales, tanto la derecha como la izquierda, avala siempre un valor compartido por muchos de los grupos sociales. Por lo tanto, desde un punto de vista, en la finalidad de una GPA, se ayuda a una familia “normal”. El niño que nace está genéticamente y socialmente asociado a sus padres. ¡Se admite a un tercero para terminar por procrear en una pareja occidental clásica! Pero esta reticencia se explica sin duda por el hecho de que la GPA es la imagen de una maternidad dividida en dos. Hay dos mujeres para procrear un niño, y es este el obstáculo cultural y ético en esta práctica.
Pienso que no se puede detener el proceso hacia la legalización de la GPA. Habría que buscarle una solución debatida políticamente, filosóficamente y enmarcada jurídicamente. Como en Canadá y en ciertos estados de Estados Unidos, donde se instauró un contrato (una vez nacido, el niño deja de pertenecer a la madre portadora, se fija un tope de remuneración para evitar la comercialización del cuerpo de la mujer) y se valora esta práctica: las madres portadoras dan la vida, ayudan a las otras a tener un niño, es un regalo suyo. Esta es una visión muy polémica. Si no hay una discusión colectiva y pública en Francia, que socialmente valore el gesto de "madres sustitutas", siempre estaremos en un pantano de "pro" y "en contra" y no avanzaremos.
El Comité de Ética sugiere igualmente abrir la PMA a las parejas de mujeres. ¿Qué piensa usted?
Hay que partir del hecho de que el deseo de tener niño no solo es de los heterosexuales sino también de los homosexuales y que ni en ellos ni en los otros ese deseo es universal. Bien entendido, lo homosexuales podrían recurrir a la adopción. Pero en Francia, solo un tercio de las demandas de adopción son satisfechas después de largas esperas y muchos obstáculos. Luego de mucho tiempo, en los países occidentales, las lesbianas crían niños que han traído al mundo. Se unen a millares de mujeres que forman a sus niños en el seno de familias donde el padre existe poco o nada. Hay, ciertamente, el equivalente de un padre y de una madre para criar al niño. Pero ser padre o madre, es asumir funciones sociales diferentes que pueden separar ampliamente el sexo de aquello o de quien lo asuma. El cuidado al niño, su protección, puede hacerse por dos personas de sexos diferentes o de un mismo sexo.
Procreación Médica Asistida (PMA), acceso a los orígenes: luego del reporte del Comité de Ética, una discusión va a desatarse y los legisladores decidirán. ¿Por qué esa resistencia tan grande cuando se toca a la familia y a la filiación?
Inicialmente, Francia se posiciona, en efecto, en general de manera conservadora - se vio con el matrimonio para todos. Al mismo tiempo, una vez que el matrimonio para todos se adoptó, no se habló más. Es como si una etapa, una vez alcanzada, fuese absorbida por el tejido social. Como si una mayoría consentidora y silenciosa coexistiera con los oponentes. Y luego, se continúa avanzando. La primera etapa de ese camino ha sido la despatoligización, por la medicina, de la homosexualidad. Luego fue “despervertizada”, por el lado de los psicólogos. Finalmente, la etología ha mostrado que la homosexualidad estaba en la naturaleza: los bonobos se masturbaban entre ellos. Los humanos son por naturaleza bisexuales.
Vivimos hoy una etapa inédita: nuestras sociedades han dado un estatus matrimonial a la homosexualidad. Eso había sido reconocido desde hace tiempo en algunas sociedades: en la Grecia antigua, en Lesbos, las mujeres de la aristocracia tenían un ciclo de iniciación en la que la homosexualidad era una etapa. En los baruyas, entre las cuales he vivido y trabajado, en Papouasie, Nueva Guinea, todos los jóvenes tienen relaciones homosexuales hasta su casamiento: en el interior de la “casa de los hombres”, los mayores dan su semen a los más jóvenes, para hacerlos más fuertes. Eso era totalmente prohibido luego del matrimonio. Pero al mismo tiempo, las sociedades siempre han valorado la heterosexualidad puesto que era la manera de continuar la vida. La heterosexualidad es y continúa siendo dominante. Hoy, la verdadera ruptura es el reconocimiento de las parejas matrimoniales homosexuales. En mi conocimiento, ninguna sociedad lo había hecho. Esta es una singularidad de las sociedades occidentales dominantes modernas. Esta es una ruptura histórica que crea nuevas formas de familias.
Justamente, algunos se inquietan de esta ruptura antropológica que pondría en peligro la familia, y conduciría a la sociedad a una forma de caos antropológico…
Jamás y en ninguna parte las relaciones de familia y la familia han sido el fundamento de la sociedad humana. Esa es una ilusión, que incluso los antropólogos comparten, y que se remonta a la antigüedad: así, para Aristóteles, las tribus nacen de la unión entre las familias. La familia es, cierto, fundamental para el individuo pero ella crea su primera identidad. Ya sea que se adopte o no, primero forjamos nuestra identidad personal dentro de la familia durante nuestra juventud. Pero luego, uno se convierte en un trabajador o en un maestro, y es la sociedad la que nos da un lugar.
Lo que hace la sociedad, no es nunca las relaciones de parentesco, incluso en las sociedades tribales: ellas son relaciones político-religiosas. Estas abarcan a todos los grupos de parentesco y les dan una identidad y unidad común. Establecen la soberanía de los grupos humanos (clanes, castas o clases) sobre un territorio, sus habitantes y sus recursos. Es lo político-religioso lo que hace a la sociedad y no la familia.
¿Cómo explica usted las crispaciones actuales alrededor del fin de la vida? Sobre ese punto, el Comité de Ética se opone a que el final de la vida sea una decisión individual y no quiere modificar la Ley Claeys-Leonetti de 2016 (derecho a la sedación profunda y continúa hasta la muerte)...
Esas es una tendencia francesa: el aislamiento de los ancianos. Un gran número de personas de avanzada edad muere ahora en los hospitales. Ellas se consiguen solas. Vivimos cada vez más y tenemos más y más enfermedades relacionadas con la decrepitud del cuerpo. Paradoja: se pide a los médicos, que den vida, acompañando a la muerte. Damos a los enfermeros la función del cuido familiar: son ellos quienes acompañan a los agonizantes y no los familiares como en otros tiempos. En tanto que las religiones preparan para la muerte, nuestra sociedad, cada día más laica, quiere negarla. La laicidad no produce muchos ritos alrededor de la muerte. Esta deviene un affaire individual, microfamiliar. A partir del momento en que no se cree más que existe una vida después de la muerte, la muerte no es vivida como el riesgo de ir al infierno o al paraíso. La muerte es un punto final, a la que habría que olvidar en el momento en que ella llega.
¿Acordar un derecho individual a morir en las situaciones de fin de vida es factible en nuestras sociedades?
Hasta el presente, en el cristianismo, la vida pertenece a Dios que nos ha dado su alma. El suicidio era prohibido. Hoy, muchos piensan que es uno de los derechos del individuo escoger su muerte. En nuestras sociedades individualistas, la reivindicación del derecho a disponer de la muerte es una actitud socialmente lógica.
Usted tiene una seguridad serena respecto a esas cuestiones éticas eminentemente complejas. ¿Eso es el fruto de comprender y estudiar las vidas en otras sociedades?
Pienso que la vida en la sociedad la organizan inicialmente las propias personas, de acuerdo con sus necesidades, independientemente de los políticos o los antropólogos. Pero la política está ahí para hacer las cosas. Mire el aborto: antes de la legalización, las mujeres recurrían al aborto clandestinamente. En ese sentido Simone Veil tuvo el coraje de hacer que se votara la ley y esas mujeres dejaron de ser “indignas”, consiguieron un lugar en la sociedad. Fue una ruptura formidable. De la misma manera, hoy, las parejas y las mujeres tienen recursos en la GPA y en la PMA yendo al extranjero. Las sociedades viven con un valor de representaciones, concernientes al cuerpo y a la sociedad, que son muy antiguas. Eso es lo que hace que la legalización del matrimonio homosexual sea una ruptura. Pero esta ruptura ha sido preparada por los actores mismos: las parejas gays vivían ya juntas y educaban, de hecho, a los niños. En su libro póstumo La otra cara de la luna (2011), Lévi-Strauss no decía otra cosa (estando vivo hubiera sido un escándalo): la humanidad debe progresar para resolver los nuevos problemas.
Ha dicho justamente que los humanos no se contentan con vivir en sociedad, sino que ellos producen sociedad para vivir.
Siempre. La humanidad es naturalmente una especie social. No existimos sino en sociedad. Es la naturaleza la que nos ha dado ese modo de existencia, y nuestro cerebro nos permite inventar nuevas relaciones sociales, transformarnos. Somos una especie social que tiene la capacidad- - en comparación con chimpancés o bonobos – de transformar el punto de partida de nuestra existencia, de hacernos otros. La esencia del hombre es todo lo que la humanidad ha inventado para sí misma. Y no ha terminado: no hay un principio de cierre.
¿Entonces la referencia a la naturaleza no tendría verdaderamente sentido?
Al contrario, porque tenemos un cuerpo. Hasta el presente, es por apareamiento que logramos tener niños. El anclaje en la naturaleza, es nuestra necesidad de alimentarnos, de dormir, nuestros deseos sexuales, encontrar en la naturaleza los medios materiales para seguir existiendo... No debemos desmaterializarnos. Por ello hay que respetar la naturaleza. Pero lo que me impacta, en tanto que antropólogo, en todas las sociedades que he frecuentado, es que una gran parte de las relaciones sociales, es imaginario petrificado. La mezquita, la iglesia, el arte de Goya o del Greco: una gran parte de lo que somos, de nuestra vida, es imaginario transformado en realidades sociales, psicológicas y materiales. En el Nuevo Testamento, Jesús dice al discípulo que quería ver y tocar sus llagas para creer en su resurrección: “Tú me has creído porque has visto, bienaventurados aquellos que creen sin ver”. Filosofía fundamental. La creencia en cosas que no existen constituye una parte importante de nuestra vida, de nuestro universo mental. No es lo irreal ordinario, lo surreal, es, para aquellos que creen, más real que la vida real.
¿Ocurre también con la muerte?
Todas las sociedades, sean ellas monoteístas o politeístas, piensan que la muerte no es el fin de la vida: después de la muerte, la vida continúa bajo otra forma. Es una invariante de toda cultura. La muerte, en todas las sociedades, es una disyunción: algo se separa del cadáver. Si es una disyunción, entonces, la muerte no se opone a la vida sino al nacimiento, que es, una conjunción: para las religiones, el alma es entonces introducida por Dios en el feto. Pero, es totalmente contra-intuitivo: ¡nadie jamás ha visto un alma entrar o salir de un cuerpo! Es el imaginario, la construcción de un pensamiento especulativo. Pero esas formidables creaciones especulativas generan la arquitectura, el arte, las relaciones sociales, las cosmo-sociologías, las castas hindúes, las iniciaciones de los baruyas, el Dalai-Lama. Reconocer el carácter especulativo e imaginario de una parte de lo real, es devenir un filósofo crítico.
¿Por qué dice que ese imaginario es petrificado?
Porque dura tiempo…. 2000 años si se es cristiano, más si se es hinduista o budista. No se puede erradicar la religión. Uno puede separarse individualmente a través de un proceso de vida personal. No creo que los dioses existan y tengo tantos dioses en mi cabeza que no puedo decidir cuál es el único verdadero. Pero para aquellos que creen en todos los dioses son verdad.

(1) La Pratique de l’anthropologie. Du décentrement à l’engagement, entrevista presentada par Michel Lussault, PUL.

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