La huella de Nómar Oporte
Celso Medina
Ilustración: Asdrúbal Marot |
Ahora
recuerdo al niño de “La lluvia”, de Arturo Uslar Pietri. La
trama de ese cuento relata la aparición intempestiva de un muchacho
en la vida de una familia ya vieja, sin hijos. Su llegada intriga y
atrae. Cuando ya la familia se ha esperanzado con él, desaparece
también intempestivamente, dejando en los ancianos un enorme vacío.
Así ocurrió con Nómar Oporte. Un día de los años 90 apareció en
Maturín, también intempestivamente. Sin trabajo oficial, con muy
pocos recursos y empezó a inquietarnos a quienes hacíamos vida en
el ambiente cultural de Maturín. Traía en su haber una importante
alforja formativa, de la que sacó sus iniciativas para adentrarse a
la promoción cultural de nuestra región. Era un hombre de cine;
hacía de crítico y de cineclubista. Pronto penetró en los
periódicos y comenzó a comentarnos películas, nos dio a conocer
directores ignorados por nosotros.
De
formación autodidacta, Nómar Oporte fue un gran maestro. Tenía no
solo la sensibilidad pedagógica, sino el impulso entusiasta para
arrastrar en sus iniciativas a la gente y a las instituciones con las
que interactuaba. Pocas cosas le impedía proseguir hacia adelante en
sus iniciativas culturales. Y para ellas creó una Fundación, al
lado de su compañera, Ana Anka, desde la cual se promovió la
difusión y la creación artistica. La Universidad de Oriente, el
Pedagógico de Maturín, los medios periodísticos locales, el
Instituto de la Cultura, el Ministerio de la Cultura; todos esos
organismos pueden dar fe de su capacidad persuasiva para vender sus
ideas, venta de la que recibió poca recompensa pecuniaria. Por ello
vivió con austeridad.
Como
el niño uslariano, Nómar nos intrigó desde sus inicios. No
exhibió título universitario, pero sí sabiduría. Tenía una
cultura densa, especiosa que escondía, con mucho afán, en su
talante tranquilo y humilde. Y donde más se patentizaba esa
sabiduría, era en el humor que exhibía; un humor reflexivo, que
retaba permanentemente a sus interlocutores.
Yo
lo vi actuar en distintos escenarios. En algunos momentos departimos
tragos. Con una conversación capaz de referenciar diversos temas,
que aparecían con mucha gracia. La literatura, la política, la
historia y la cotidianidad desfilaban. Lo vi también dirigiendo sus
talleres de literatura, sobre todo donde trabajó con El Principito
de Saint Exúpery, que generaban simpatías en los niños y jóvenes
que participaban. Lo oí leer sus cuentos, extraños y absurdos. Lo
vi organizando la Bienal Literaria “Félix Armando Núñez”. Lo
vi organizar eventos culturales. Lo observé defendiendo los
presupuestos para la cultura de Monagas. Lo recuerdo también
promoviendo sus editoriales, con propuesta de libros novedosos. Lo vi
en muchos escenarios.
Quiero
detenerme en el oficio de escritor de Nómar Oporte, que ejerció
discreta y humildemente. Su obra circuló en espacios muy limitados.
Su último libro publicado fue “Liberneo”, en su editorial
TinteMoriche, en el 2017. También dio a conocer “Un nanocuento y
otros relatos”, editado por La Espada Rota, en el 2013, y el libro
bifronte “Huidos de Saturno”, editado conjuntamente con Ana Anka,
entre otros textos. Me voy a referir concretamente a “Liberneo”,
para aventurarme en la poética de Nomar.
Ya
hemos destacado el humor en Nómar Oporte. El libro en cuestión es
irónico. Por tanto, la risa que se deriva de él denota un altísimo
respeto para el lector que decida leer sus relatos, que se arman
eficazmente con tramas muy dinámicas, facturadas con un lenguaje muy
bien seleccionado, para provocar permanentes sugerencias.
Los
cuentos de Nómar se tejen con imágenes cinemáticas. Sus personajes
viven una especie de hiperkinesia. El narrador es un permanente
voyerista, que goza viendo y cuyo goce transmite al lector. A mí me
recuerdan las novelas de Nathalie Saurraute y Robbe-Grillet, con una
narración absolutamente visual, sugerente, con sus tintes surreales
y absurdistas. El primer cuento “¿Humanas coloraciones ubicuas?”,
para mí no puede ser más sugerente. Ocurre a pocos metros de mi
casa, en la esquina de Fiorca de La Floresta, de Maturín. El
narrador nos hace cómplice de su voyerismo, en las primeras líneas.
Veamos:
¿Qué
hace un soldado en su verde indumentaria a las 8:40 A.M. en la
esquina de Fiorca La Floresta? ¿Por qué muy cerca camina una mujer
de blusa amarilla y lentes oscuros? ¿Qué dirección abordará el
Optra verde detenido un momento entre ambos, equidistante al soldado
y la mujer? ¿La anciana de gris surgiendo del fondo de la panadería,
mirará un segundo la escena descrita, o se limitará a cruzar la
avenida para subir al microbús azulado que a una seña se detiene
ocasionando ligera tranca en la fila frente al soldado?
El
narrador delinea una anécdota trágica, de la que no ofrecerá
ningún desenlace. Solo misterio habrá al final, una “picúa”
(papagayo) baila frenética, sugiriendo un arrollamiento. Todo
acabará con una pregunta: “¿El horror de una anciana agonizante
justifica cesar la continuidad de la historia?” Lo que es al inicio
es un tejido de imágenes, termina desatándonos angustia. Pero a esa
angustia accedemos de la mano del humor. Es el doble filo de la
ironía: confundir la risa con el rictus.
Cuando
Nómar titula su segundo cuento “Floricidio”, nos está
proponiendo un juego, al que tendríamos que acceder cuidadosamente.
El narrador es una especie de dios, que le da por nombrar al mundo. Y
“crea” la flor, se la da a los hombres y estos hacen corona,
ofrendas, etc. Al final esa creación del demiurgo, se desmoronará
cuando el usuario de su objeto se dedica a repetir el ritornelo: “
me quiere, no me quiere; me quiere, no me quiere; me quiere, no me
quiere; me...” Y como interrumpiendo la escena, el narrador recurre
a su aparte dramático, para decirnos “Odio los plagios”.
El
tercer cuento de este libro se denomina “Atrapasueños”, y se
vale del imaginario del cineasta Akiro Kurosawa para hacer un
paralelo con la cotidianidad onírica de un ser humano, que habita en
las fronteras de lo real y lo irreal. Soñar y vivir, terminan
hermanándose. Todo eso se escenifica. La filosofía de alto
octanage que circula por ella, solo requiere de presentar la imagen
que la encarne.
Pero
el trabajo narrativo de Nómar Oporte tiene una enorme potencia: el
juego ecoico con las palabras. La palabra “estupefacción”, por
ejemplo, en el cuento “Idea y estupefacción” se repite pero no
crea monotonía; en la medida que se la pronuncia, protagoniza un
viaje proteico que la hace un camaleón exquisito. En “Inquietudes
nombradas”, las palabras se interpelan, y en una parodia a Alicia
en el País de las Maravillas, se especula graciosamente con el
porqué de las denominaciones. Para muestra escojamos este párrafo:
¿Nómar
es el al revés de Ramón o es Ramón el al revés de Nómar?
¿Paquita lo da? ¿Por qué nunca le ha gustado el mar a Nómar?
¿Cuándo la china Lídice Fermín? ¿Por qué Pedro Pérez es solo
Pedro Pérez? ¿Viaja con frecuencia Héctor Viaje? ¿Moncho, aun
Camucha mocha mucho la mecha? ¿Macabeo, veo l’ hamaca o no la veo?
¿Hannah al revés es siempre Hannah? ¿Qué será de las vidas de
Pedro, Pablo, Chucho, Jacinto y José? ¿Cómo se llama la llama de
Yamal?
“Crónicas
del Bestiario” es un relato que homenajea esencialmente a los
escritores que Nómar Oporte leyó y quiso. De Cortázar, observamos
el absurdo cotidiano. El humor funambulesco nos va mostrando a los
amigos del escritor (de Caracas y de Maturín), en un escenario de
vaudeville, por donde desfilan los inventores de lo inútil: un
detector de minutos de silencio, un microscopio que es microscopio y
José Gregorio Hernández, a la vez; también se deja constancia de
balas que detectan estudiantes, de un convertidor de pasta, una
depredadora de brazos, para facilitar que los amantes se fundan en
sus deseos, una bicicleta que ofrece el cielo como horizonte, etc. En
ese espacio funambulesco también hay poetas, jazzistas que dirigen
conciertos en los que se asoma Bukowski.
Le
tengo especial aprecio a un cuento de este libro, que ya habíamos
publicado en nuestra revista “Contraseña” No. 4, aparecida en
1994. Se llama “Polaroid”. Cuenta la historia de un fotógrafo
que ofrece a los interesados fotografiarse con sus escritores
favoritos con solo pensar en ellos. Y en efecto, asi sucede. Estos
aparecen con un gesto muy familiar a su lado. El narrador contrata
una foto con los importantes escritores nacionales e internacionales
para aparecer él como centro, con Cortázar abrazándolo:
Perfectamente
-˗dije con voz temblorosa-˗ Voy: JULIO CORTAZAR, JORGE LUIS BORGES,
OSCAR MARCANO, ERNEST HEMINGWAY, CRISTOBAL DEFITT, HERNANDO TRACK,
EARLE HERRERA, FIODOR DOSTOIEVSKY, ANGEL MALAVE, RENATO RODRIGUEZ...
¿No importa la mescolanza, fotógrafo?
-˗
No, mientras todos escriban. Siga.
(…)
˗
¡Acuérdese de quien va en medio de todos! -˗acierto a gritarle
antes de que dispare la cámara.
Finalmente,
todo terminará mal: “˗ ¡Oiga! ¡Aquí falta alguien! Este
espacio vacío en el centro. ¡Yo le dije que debía salir NOMAR
OPORTE y no está!”
Si
tuviésemos ese fotógrafo aquí, estoy seguro de que sí aparecería
en la foto. Porque Nómar Oporte claro que es un escritor. Y lo es
porque nos dejó una obra que reta, que se arriesga, que no le hace
concesión al facilismo del panfleto ni al facilismo de la
cursilería. Su obra solo espera una crítica que la valore.
Como
el niño del cuento de Uslar Pietri, un día Nómar desapareció,
pero no nos dejó un vacío. Nos dejó su huella. Una huella
imborrable, que recordaremos cuando rememoremos su trabajo como
promotor cultural, cuando pensemos en reactivar su visión educadora
del cine, cuando hagamos los reclamos para que el trabajo cultural de
nuestra región se reivindique, se aleje de los sectarismos y se
convierta en un movimiento que incorpore y respete a todos los
cultores. Y su huella estará siempre cerca , cuando leamos sus
cuentos para solazarnos en su imaginario lúdico y entremos en
calidad de cómplices en su mundo narrativo, pleno de sugerencias.
1 comentario:
"Algo inolvidable e irremplazable, fundamentalmente
Inagotable. La vivencia decisiva, en modo peculiar, se
instaura como el centro de creación de sentidos,
un instante puede ser decisivo para toda una vida"
Hans-George Gadamer.
A propósito del sentido homenaje a nuestro amigo Nómar Oporte, quise honrar su obra contando y cantando esta vivencia de la tarde en que lo conocí. No pude llegar a Maturín para cantar pero he aquí el espacio que nos brinda este Pez de Tierra Firme para contar cómo fue que la huella de Nómar se quedó en mi.
A Nómar lo conocí una tarde lluviosa, en Café Flash. Así como un destello entró en mis pupilas, nadie nos presentó, es que en el Café Flash de Raul Ossa, otro querido y recordado amigo, solía ocurrir eso, y cómo no! si el Chaplin que colgaba de la pared se encargaba de hacer magia para que se juntaran las sensibilidades.
Con Raúl organizábamos una velada musical y la lectura de textos poéticos, Ahí estaba Nómar de pie en la barra tomándose un café, lo que sugería que sugería que su estancia sería breve se marcharía a penas escampara, pero al escuchar el ensayo de nuestro repertorio, su delgada figura se acomodó en una silla y a cada canción ensayada sobrevenían sus entusiastas aplausos. Eran pasada las dos de la tarde, no había más gente, tal vez la lluvia, quizás Chaplin, no lo sé pero algo nos garantizó la exclusividad del momento.
Cuando Raúl quiso presentarnos ya había una gran empatía entre Nómar, las canciones y yo. Se interesó por la actividad y se ofreció como promotor de los jueves de café y canto, nombre que surgió en aquel momento, para darle publicidad a nuestra presentación. Recuerdo que nos animó a hacerlo semanalmente. Es que así era él un artífice para potenciar y mostrar el ambiente cultural de la ciudad por aquellos años de los noventa. Desde entonces, éramos convidados mutuos de cuanta actividad se organizaba. Su pasión por el cine era contagiosa y me volví asidua del cine-club, la escogencia y crítica de cada película hablaba del dominio que tenía nuestro amigo del séptimo arte, con lo cual nos mostraba y convocaba a mirar otras perspectivas para recrear la vida.
Esa es la huella que nos deja Nómar Oporte en los sentidos! Por eso, gracias a la vida que me ha dado tanto y entre ese tanto que me ha dado, me dio el privilegio de conocerte,Nómar!
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