¿Cuáles aprendizajes, para cuál sociedad?
Philippe
MEIRIEU
Profesor
de la Universidad LUMIERE Lyon 2
Intervención
en Valencia, el 10 diciembre 1996, en ocasión del centenario del
nacimiento de FREINET
Traducción
del francés al español: Celso Medina
Celestin Freinet |
Cinco
ejes fuertes serán explorados hoy, cinco dimensiones esenciales en
la pedagogía de Freinet.
En
un primer tiempo, diremos algunas palabras sobre la insistencia de
Freinet, y de los que se sitúan en su lugar, para hacer de la clase
y de la escuela una verdadera sociedad de niños solidarios.
En
un segundo tiempo, evocaremos la preocupación de Freinet, y de sus
sucesores, de tomar en cuenta al niño tal como es: individualizar
los recorridos de formación, adaptarse a la necesidad y al ritmo de
cada uno de ellos.
En
un segundo tiempo, evocaremos la noción de descubrimiento y de
tanteo experimental, lo que permite al infante construir él mismo su
propio saber.
Luego
hablaremos de la autonomía que se aprende y se adquiere en las
clases de Freinet. Luego del deseo de aprender y de la manera de
suscitar el deseo de aprender, incluso en aquellos que no quieran
aprender.
Concluimos
luego algunos asuntos: la relación entre las técnicas Freinet y la
ética de Freinet.
- Crear una sociedad escolar
A
menudo con mis estudiantes convengo, para explicarles la diferencia
entre sociedad y comunidad, volver a un sociólogo alemán de
comienzos del siglo que explicaba que una comunidad es gente que se
escoge. Algunos de nosotros pertenecemos a comunidades religiosas, a
grupos de carácter ideológico o a grupos que se dedican a la música
o al deporte. En una comunidad, hay una escogencia deliberada de los
que se adhieren a la comunidad: cuando no se les quiere más, se les
separa y se le excluye de la comunidad.
Lo
determinante en ella, son las relaciones afectivas entre los miembros
y su jefe, los miembros y el objeto que se dan juntos a amar o a
estudiar: música, historia… Lo que da soldadura a una comunidad,
son las fuerzas centrípetas que refuerzan el lugar alrededor de algo
que reúne a las personas. Por lo tanto, una clase no es una
comunidad, una clase no puede ser una comunidad, no debe serlo.
No
puede serlo porque en una clase la gente no ha sido escogida. No
puede ser una comunidad porque la gente reunida en una clase lo está
arbitrariamente, por un tiempo determinado, sin tener punto de vista
sobre el tipo de reagrupamiento en el cual está y sin haberse
adherido al tipo de actividades que se van a hacer, contrariamente a
un club o a una coral. La clase, es una sociedad.
Lo
que reúne a una sociedad no puede ser los lugares afectivos, lo que
no quiere decir que no haya lugares afectivos, siempre los hay. Pero
lo que constituye el cimento de la sociedad en relación a la
comunidad, es que la gente que está allí no necesariamente se ama,
está allí sin necesariamente querer la misma cosa y por lo tanto
debe trabajar junta, respetarse recíprocamente, construir cosas y
salir más enriquecida que cuando entró.
Cuando
analizamos un poco lo que pasa en lo que ciertas sociedades llaman
“cultura juvenil”, se percibe que los alumnos tienen grandes
problemas de socialización, por cuanto pertenecen a comunidades. Su
problema no es la adhesión a las comunidades, que pueden tomar
formas clánicas o tribales, formas muy próximas a las sociedades
primitivas: pienso en los grupos de música tecno en algunos
adolescentes que se dedican a bailar los viernes en la tarde y se
detienen los domingos a las tres y media, drogados por su propia
fatiga, cayendo sin pronunciar una palabra, con su música
extremadamente fuerte, al ritmo de los latidos del corazón.
No
estamos ante un fenómeno societario, sino comunitario. Además, los
jóvenes que practican la música tecno utilizan términos tribales,
pues designan su meta de la sesión diciendo que se trata de acceder
al trance, al trance en común.
Una
comunidad presenta siempre el peligro de que abandonemos nuestra
personalidad para confiar en un grupo que nos da como personalidad
solo la pertenencia al grupo.
Hay
algo que, contrariamente a lo que podría creerse, no refuerza el
lugar social sino que lo compromete. La característica de los
jóvenes con dificultad de inserción hoy, jóvenes llamados
“disociados”, no es que ellos pertenezcan a comunidades, es que,
en gran parte, pertenecen mucho más a las comunidades y poco a las
sociedades, es decir que no se ha podido construir con ellos la
posibilidad de acceder a una relación de respeto mutuo, de escucha
mutua, de colaboración mutua en un lugar que no sea un lugar
afectivo, sino en lugares de sugestión respecto a un gurú, lo que
no es sino una manera de abdicar su personalidad en las
manifestaciones tribales colectivas.
Creo
que Freinet entendió muy bien esto, para él el rol de la enseñanza
y del educador es, entre otras cosas, crear una sociedad escolar, una
sociedad de gente que se respete, se escuche, se hable, que aprenda a
trabajar junta durante un tiempo dado, construyendo junto a las
reglas de vida que son reglas impuestas a todos, no porque participe
de una misma unidad fantasmática o simbólica (como dirían los
psicoanalistas), sino porque participa del mismo grupo social que se
propone los aprendizajes y el desarrollo de cada uno de sus miembros.
Crear
una sociedad escolar no es simple, porque la sociedad es un lugar
donde se habla, donde se logra hablar. Pero la escuela no es
automáticamente un lugar donde se habla.
Percibimos
eso cuando abordamos a los niños. Cuando se les pregunta si ellos
hablan en la escuela, dicen: “!No! ¡No! No se habla; en clase, se
murmura, se regaña; en los pasillos, se cuchichea; en el patio se
grita, pero hablar, ¡no!
Si
no se habla en la escuela, ¿cómo puede existir como sociedad la
escuela? ¿La violencia? No necesariamente la violencia física. La
violencia de la intimidación, de la humillación, la violencia de
aquello que prohíbe al otro tantear porque va a ser ridiculizado
ante la clase, además la violencia del maestro que lo va a etiquetar
rápidamente y va a encerrar al alumno en su fracaso.
Es
un lugar de palabra; un lugar de intercambio y porque es un lugar de
palabra y de intercambio, es un lugar de ritos. No hay sociedad sin
ritos. Ritos que permiten el intercambio de palabras.
La
señora Montessori inventó un rito muy simple. Se ocupó de los
niños en un suburbio de Milán donde no se escuchaban unos con
otros; les dio un bastón y no tenían derecho a hablar sino cuando
estaban en posesión de él. Había que buscar el bastón en las
manos de aquel que lo tuviera.
Un
rito simple, es un rito sólido, un rito fundador que dice “No
interrumpamos cuando él hable, escuchémosle, deja que termine su
frase. Si no estás de acuerdo, no le escupas la cara, no lo golpees,
espera y no respondas sino después de que el otro desarrolle su
punto de vista”.
Freinet
estuvo muy atento a los ritos. Los visitantes a sus clases contaban
que, contrariamente a la imagen que se ha dado por sus oponentes, sus
clases no era un desastre, todo el mundo sabía lo que tenía que
hacer en cada momento.
Hace
un tiempo, fui invitado a discutir sobre la violencia en la escuela y
tuve un debate con un diputado que había ido días antes a un liceo
profesional de un suburbio de París donde intentó hacer una
exposición muy estructurada sobre lo correcto. Fue empujado,
interrumpido. Los alumnos no hablaban en su turno, algunos se
dedicaban a tareas que no tenían nada que ver con el tema, el
diputado se quejaba: “Mire esos jóvenes hoy, es increíble, no
respetan nada!... no les importa nada”.
Le
dije: “Señor diputado, lo vi el miércoles en la Asamblea
Nacional. Había allí una asamblea extremadamente solemne; estábamos
frente una élite de la nación, un régimen de guardianes
republicanos, diecisiete subcomisiones que preparan el trabajo, un
presidente de sesión que pude cortar los micros, un decoro y todo el
oro de la nación… y en ciertos momentos, nos preguntamos si usted
no se excederá. ¡Y en lo que concierne a la escucha recíproca
podemos mejorar! Entonces, usted que no es capaz de crear en la
Asamblea Nacional una sociedad de gente que se respete, se escuche y
hable, ¿Cómo puede imaginarse que se pongan de acuerdo los
adolescentes, algunos de los cuales están completamente
desestructurados, cuyos padres no han podido nunca tener trabajo, que
viven en los suburbios de la sociedad y de la escuela; que luego son
encerrados, en grupos de cuarenta personas como si estuvieran en
jaulas de conejos, para al final pretender que quieran
espontáneamente respetarse, escucharse, hablar de manera racional y
organizada, para construir juntos las reglas fundamentales de una
democracia?
Los
hombres saben que eso se aprende. Se aprende a hablar, a respetar, a
escuchar a cooperar. No es espontáneo, son hábitos que se toman muy
temprano, desde la escuela, en los ritos que permiten regularmente
tomar el hábito de estar atento a lo que dice el otro, a reaccionar
en relación a él, pero sin violencia, conseguir un medio de hablar
que no simplemente responde a las preguntas. No sé si, como yo,
ustedes lo han notado, la escuela es la única institución donde la
gente que conoce las respuestas coloca las preguntas. En la vida
corriente, es lo contrario. La gente que no sabe es la que pregunta.
Crear
espacios de palabras es crear espacios en los que la palabra tome
todo su sentido, donde no haya una respuesta meramente académica y
formal a una pregunta lanzada en un intercambio que será más o
menos evaluado, es dirigirse a alguien para interrogarlo sobre algo y
entender lo que se nos ha dicho.
Tal
vez si este tipo de palabra fuese con más frecuencia practicada en
la escuela, la mayor parte de los alumnos tuvieran menos problemas en
gramática para entender qué es un sujeto. Cuando los alumnos llegan
a sexto, los profesores dirían: “Los alumnos no saben qué es un
sujeto”. Dicen por ejemplo: “El sujeto, es aquel que hace la
acción”. ¡No ¡Los muy buenos profesores dicen: “El sujeto es
aquel que hace la acción en la voz activa y la padece en la voz
pasiva”. Sí. Pero en la frase: “Pierre recibe una bofetada”,
¿dónde está el sujeto? Si ellos tuviesen más hábito de dirigirse
los unos a los otros como los primeros sujetos, que se presentan como
sujeto para hablar de algo a alguien, ellos integrarían mejor las
nociones fundamentales gramaticales.
Estoy
muy atento a eso. Un espacio de palabra en que se pueda intercambiar
sin responder a las preguntas formales es importante.
Una
segunda cosa importante, es que la escuela sea un espacio de
seguridad. Muchos alumnos no están seguros en la escuela porque no
pueden atreverse a hacer algo en la escuela sin el temor que le
imprimen sus compañeros, el profesor se burla de ellos o los evalúa
prematuramente.
Ustedes
saben lo que es aprender, es muy difícil, aprender a hablar, es muy
difícil. Usted tiene una clase, quiere enseñar a los alumnos a
hablar, les da la palabra. Pero, ¿quién habla? ¡Los que ya saben
hablar ¡ ¿Y los otros? Ellos callan, no saben hablar. Son siempre
los mismos quienes hablan; ¿por qué? Porque aprender es hacer algo
que no se sabe para aprender a hacerlo. Es así como se aprende a
caminar, a resolver ecuaciones, a cortar la grama… ¿Y cuál es la
condición para que usted comience a hacerlo? Es que esté en un
ambiente donde pueda tantear, donde pueda equivocarse sin temor a que
el error sea le sea imputado o que la clase entera se burle de usted.
Muchas
escuelas donde aparentemente no hay violencia no son verdaderos
espacios de seguridad, en el sentido en que no son espacios donde se
pueda tomar el riesgo de aprender.
Me
parece que el debate sobre la violencia en la escuela es
frecuentemente falseado por una fantasmática. Suele pensarse que es
suficiente garantizar la seguridad de las personas y de los bienes
materiales para que el infante se sienta seguro, intente hablar sin
saber hablar. Hay que hacerle ver al niño que si balbucea, si
tartamudea, si dice alguna barbaridad, no pasa nada, ¡eso no es
grave! Los otros no se burlarán de él. El maestro no va a ponerle
una nota que lo marcará por el resto de su carrera escolar. Que el
alumno sepa, al contrario, que no puede hacer algo sino aprende a
hacerlo haciéndolo, tomando el riesgo en una situación en la que
puede contar con un medio favorable.
Hay
hoy una presión de la evaluación que pesa sobre los alumnos y
frecuentemente es una forma de violencia mucho más fuerte, mucho más
grave en relación al aprendizaje de la toma de riesgo, que toda
forma de violencia física. Hay una verdadera reflexión a impulsar
sobre las condiciones que permitan que la clase sea este espacio de
seguridad, en el que se corra el riesgo de hacer cosas que no se
saben hacer. ¿Qué puede garantizar que se haga eso? Habría que
garantizar la seguridad.
Ese
es el primer punto que queríamos destacar: la construcción de la
clase como una sociedad en la que los niños prefiguran posible una
vida democrática.
- El segundo punto gravita alrededor de lo que llamamos “la individualización”
Freinet
ha sido uno de los pedagogos que ha desarrollado más las
herramientas para el trabajo con grupos. La toma de la palabra es un
medio de diagnosticar las necesidades de los estudiantes y de
remediar esas necesidades de una manera eficaz.
Él
ha sido muy sensible a eso y al hecho de que la heterogeneidad está
siempre allí. Incluso en la clase más homogénea, las diferencias
son extremadamente grandes, en la manera de aprender, de concebir el
aprendizaje, de aprehender las realidades matemáticas o
gramaticales, geográficas o científicas.
Han
sido estas disciplinas las que han sido más sensibles a esa
dimensión y a la necesidad de respetar el punto de vista de cada
niño sin por ello encerrarlo en ese punto de vista. El maestro debe
respetar el hecho de que algunos alumnos son más lentos que otros,
sin condenarlos a permanecer lentos toda su vida. Apoyarse en lo que
los alumnos son, tenerlos al alcance, pero sin ponerse a su nivel.
Para ayudarlos habría que trabajar mejor, más rápido, enriquecer
su batería metodológica, hacerlos capaces de trabajar bajo otras
formas que aquellas en las que son más propensos a dejarse ayudar,
desarrollando así su creatividad, identificar las necesidades de
cada quien, no para crear filiares, no para organizar grupos de
niveles en los cuales serían encerrados definitivamente, sino
ofrecer a cada quien los medios de desplazarse, de salir de ellos
mismos, los medios de acceder a más inteligencia, de rapidez, de
creatividad.
Justo
una observación sobre el trabajo de equipo. Pero parece que uno de
los grandes aportes de Freinet fue también uno de sus grandes
tormentos. En efecto, cómo trabajar en equipo sin que este equipo
bascule en los fenómenos que podrían devenir peligrosos para cada
individuo.
Tuve
la oportunidad de leer algunas cartas de Freinet escritas a su
hermana al comienzo de su carera como preceptor, en el momento en que
había introducido la imprenta en la escuela, sin primero haber
medido el alcance de lo que hacía.
Había
sido gaseado durante la Guerra y no podía asumir esos cursos
magistrales permaneciendo de pie seis horas por día. Es eso lo que
le hace decir, más tarde, que gracias a lo que había sufrido
durante la guerra de 1914, había descubierto que todo lo que a veces
podía perjudicar al maestro, favorecía al alumno.
Introdujo
la imprenta y la correspondencia escolar (organiza intercambios de
textos y de poemas con alguien que se localiza en el oeste de
Francia). Los alumnos trabajan por grupos y explica en sus cartas que
él tuvo un grupo donde no había cultura de grupo. Había una niña
que no sabía hacer nada. El grupo le confió la responsabilidad de
agrupar los caracteres de impresión luego de su uso (en las cajas
impresión) para hacerlos utilizables para la próxima composición.
Pero ella agrupó los caracteres como quiso, puso la tinta por todas
partes y cada vez que quería una R, escogía la B etc. ¡Era una
catástrofe!
Freinet
reúne el grupo: los niños dicen: “No se puede pedir a esta niña
ordenar los caracteres de impresión pues no puede; no lo sabe
hacer”. Freinet expresa su asombro: “Ella no sabe hacer otra
cosa”. Pero el grupo tiene razón. Si se le deja a esta niña
sabotear el trabajo colectivo, todo el mundo va a desalentarse; pero
si no se le da nada que hacer, ella nunca aprenderá nada. Se trabajó
para esta idea. “Era mi momento, dice él; ¿cómo hacer trabajar a
los niños en equipo?”
Entonces
Freinet inventa, retomando el escautismo, el sistema de los diplomas.
Los
diplomas son obligatorios, todos deben aprobarlos antes del trabajo
grupal o al lado del grupo, sin mezclar una cosa con la otra. Freinet
explica: “No sometas a los niños a lo que los psicólogos llaman
una doble limitación (Cfr. Bateson, psicólogo americano)
diciéndole, por ejemplo, simultáneamente: “Haz el panel más
bello”, y “Confórmate porque no dibuja quien no sabe”. Habría
que tomarse el tiempo para hacer las dos cosas y articularlas. Toda
su vida Freinet intentará articular las dos cosas.
El
sistema de diplomas va ser un medio, como el sistema de los bancos
maestros (ordenadores hoy) o de los ficheros autocorrectivos. Cuando
Freinet descubre que un infante no tiene dominio en ortografía él
dice: “No vale la pena que tú te pongas en el diario pues el grupo
te va a rechazar. Entonces vas primero a hacer un cierto número de
aprendizajes individuales necesarios que te permitan luego entrenarte
en la fabricación colectiva y participar en ella con pleno derecho”.
Freinet
tiene un sentido pedagógico extraordinario. Se las arregla para
hacer de esta dificultad algo que se operacionalice en términos de
herramienta, articulando permanentemente los tiempos del trabajo
colectivo, que finalicen la actividad, con los tiempos de trabajo
individual que permitan a cada quien progresar en un dominio
particular en función de contratos o planes de trabajo.
III-
La tercera dimensión en Freinet, la más conocida ciertamente: la
del tanteo experimental
En
la historia, es a partir de siglo dieciocho cuando la gente inventó
los lugares particulares para aprender a hacer cosas. Antes, se
aprendía mirando a los que sabían hacer. Hay un progreso
determinante que Freinet aceptaba bien, se trata del progreso
enciclopédico.
Hay
gente que sabe hacer gafas en Portugal, micros en Venecia, plantar
tulipanes en Ámsterdam. El problema, es que no siempre se puede ir a
ver gentes en Portugal, en Venecia. Cuando se les va a ver, no se
sabe siempre hablar la lengua; luego, se perturba el trabajo; en fin,
se sitúan en un nivel de complejidad que no se está en capacidad de
comprender.
Si
se creó la escuela fue porque se estimó que hay lugares
progresivos, comprometidos a los circuitos productivos, en los cuales
se puede tomar tiempo para aprender y en los cuales no se va a
recibir la presión de la eficacia inmediata.
Freinet
reconoce ese progreso pero dice que, en pago de una “escolarización”,
los saberes, a fuerza de sacarlos de lo que les da sentido- las
“prácticas sociales de referencia”-, a fuerza de presentarlos en
las enciclopedias, luego en las pequeñas enciclopedias llamadas
manuales escolares, devienen herramientas escolares que no sirven
sino para triunfar en la escuela.
Hace
algunos días, discutiendo con un alumno de tercero, le pregunté:-
- Las matemáticas, ¿qué son para ti?
- Pruebas.
- ¿Pruebas de qué?
-
Pruebas de matemáticas.
-¿Quién
hace esas pruebas?
-
El profesor de Matemáticas
-¿Para
qué haces esas pruebas?
-
Para saber si se puede pasar a secundaria.
Comprendo
que, para este alumno de tercero, las matemáticas no eran sino
pruebas, es decir que el único valor que le da, es medir un
hipotético nivel, que nunca ha pensado que las “matemáticas”
han podido ser útiles en un momento dado en la vida de los hombres o
que esas matemáticas, que estaba por aprender, habían podido
contribuir a resolver los problemas con que los hombres se enfrentan
cotidianamente.
El
saber es un saber fosilizado. El saber es un saber fragmentado para
ser propuesto en un momento dado, en una escolaridad desconectada de
las cuestiones que ese saber permite tratar, de las preguntas a las
cuales ese saber permite responder.
En
la idea del tanteo experimental, en la idea del descubrimiento del
saber por el alumno mismo, hay esta idea fundamental que se sitúa en
la estela del Emilio
de Rousseau donde el alumno debe poder descubrir los saberes que se
enseñan como respuestas a las preguntas que él se planté de los
problemas que él tiene que resolver. Y en la medida que se apropie
de los saberes, que pueda hacerlos suyos, que pueda transferirlos y
devenir más autónomo.
Para
hacer la transición con el punto siguiente, he aquí un ejemplo que
retomo frecuentemente, pero que es para mí la ocasión de una toma
de conciencia determinante cuando volví al liceo profesional1.
En B.E.P2
me conseguí con jóvenes de veinte a veinticinco años, en situación
de iletrismo, que sabían descifrar pero no sabían utilizar la
lectura y la escritura en la vida corriente, incluso para operaciones
elementales. Pedía a un joven escribir un texto extremadamente
simple sobre un incidente, una anécdota de la vida del liceo. Le
costó mucho esbozar una frase. Escribía con el filo de la pluma sin
mayúsculas, sin puntos, sin pronombres personales, sin pronombres
demostrativos, sin anaforización. Releyó lo que había escrito y yo
le dije:
“¿Comprendes
lo que has escrito?”.
Dijo.
“No”.
-
¿Has hecho esto durante todo el tiempo que has estado en la escuela?
-
Sí,
-
Sí, eso he hecho durante diecisiete años.
-
¿Has escrito así durante tus diecisiete años?
Y
me dio esta respuesta rotunda: “Me han corregido siempre, nunca he
respondido”.
No
se ha tomado nunca en serio la lectura y la escritura como medio de
comunicación. Se ha corregido perpetuamente sus faltas sin tener en
cuenta lo que se escribe, se ha perdido el sentido de lo que podría
ser la escritura misma.
Luego
de eso, ¿cómo podemos querer que el joven utilice con placer la
lectura y la escritura?
Es
como cuando compras un nuevo radio. ¿Qué haces? No te precipitas en
las instrucciones. Puedes tocar todos los botones, luego ves lo que
hace. Cuando no comprendes, vas finalmente al manual donde se
consigue lo que se llama sabiamente en pedagogía, una tabla de
soluciones:
Si
el botón rojo no se alumbra, verifícalo…
Nadie
lee las instrucciones y aprende de memoria antes de tener en sus
manos el aparato.
Nosotros,
en la educación nacional, aprendemos las instrucciones antes de que
nos autoricen a usar el aparato. Hasta tanto no se sepa por la
memoria lo que es, no se tiene derecho a utilizarlo y cuando se
autoriza finalmente al estudiante probar, no tiene ningún deseo.
Es
lo que ha explicado Freinet en el texto sobre las bicicletas. Es un
texto que envió a los maestros antes del regreso a clase.
En
la escuela, en general, se la dicho a los estudiantes: hay que
aprender a manejar la bicicleta, pero sin riesgo. Primero, se debe
hacer un poco de mecánica en la pizarra. Los principios
fundamentales de la rotación, de entrenamiento… de la velocidad,
inclinación de pendiente… Se hacen interrogaciones sobre eso.
Cuando sabes todo de memoria, te montas en la bicicleta desde un
bloque y pedaleas. Cuando tienes un buen ritmo, que se ha verificado
tu pulso, que sabes hacer variar todos los parámetros conjuntamente
y de manera coordinada, pasas a la prueba. Si estás listo, te damos
la bicicleta y te decimos que des la vuelta en un terraplén plano.
Nadie
aprende a manejar la bicicleta de esa manera. Para la lectura paso lo
mismo.
-
La autonomía
La
autonomía no existe. No eres autónomo y yo mucho menos.
¡Afortunadamente!
Yo,
yo soy apenas autónomo financieramente, eso depende de los meses. No
soy autónomo afectivamente, tengo necesidad de que se me ame…
La
autonomía en sí no tiene interés mayor. Por otra parte, nadie
sería totalmente autónomo, podríamos decir que es suficiente; y
algo suficiente, es algo imbebible, alguien que no tiene necesidad de
nadie y de nada, suficiente a él mismo. Entonces, imaginar que los
niños quieran devenir autónomos es una patraña, imaginarse eso es
ya una impostura.
Y
es una impostura que facilita las manipulaciones más impositoras y
más represivas.
Cuento
frecuentemente una anécdota. Mi hijo vuelve de clase de secundaria y
dice: “Tenemos un profesor de inglés súper.” Él le ha dicho:
“Ahora, ustedes son grandes; no están más en tercero, son
autónomos y yo, yo estoy a su disposición. Organicen una
conversación y cuando no sepan, me preguntan”. El segundo día, la
mitad de la clase tenía walkmans. El tercero, bailaban sobre los
pupitres. El cuarto día, el director dijo: “A partir de ahora,
habrá vigilancia permanente en la clase y el primero que se mueva
será suspendido”. El profesor dijo: “Vean ustedes, les di una
oportunidad, no la han aprovechado”.
¿Qué
ha pasado? Freinet lo ha dicho: “Postulando que la gente haga lo
que quiera, le impedimos el futuro”. La autonomía es un objeto, un
estado; se construye poco a poco, corrigiendo errores, yendo a buscar
un diccionario…, con la ayuda del profesor, progresivamente en la
vida cotidiana de la escuela.
Ser
autónomo o adquirir un poco de autonomía intelectual, psicológica,
personal, profesional, ¿es no ser más dependiente de las
situaciones de aprendizajes, es ser capaz de lo que llamamos la
transferencia de conocimientos? Es poder saber que sabemos. Y no
solo saber, sino mucho más. Cuando sabemos lo que sabemos, podemos
utilizar el saber sin esperar que se nos pregunte. Sabemos
identificar, sabemos esto que hemos aprendido, y sabemos cuando es
pertinente reutilizarlo, reinvestirlo. Es complicado, la búsqueda
misma tantea sobre las condiciones de esa transferencia de los
conocimientos, lo que llamamos las condiciones de la
contextualización.
¿Cómo
un joven puede transferir en otro contexto lo que ha aprendido en el
contexto escolar? Podemos entrever las hipótesis. Lo que está
claro, es que la capacidad para identificar sus adquisiciones, de
verbalizar lo que ha aprendido hoy, en la semana, saber lo que sirve
al ejercicio que está por hacer, poder hablarlo, todo eso es, sin
ninguna duda, determinante en la capacidad de transferir, es decir no
hacer cosas que no sirvan solo para obtener logros en la secuela,
sino para hacer cosas que sirvan para resolver problemas en la vida.
V-
Quinto punto, ciertamente uno de los más difíciles: el deseo de
aprender
Algo,
allí, muy misterioso. Hay niños que desean aprender y otros para
los cuales el aprendizaje es muy difícil por su pulsión
epistemológica. Ustedes, si ustedes han venido esta tarde, es que
han sido movidos por una pulsión epistemológica. Episteme= saber,
filos= amar: el amor del saber.
Algunos
niños no son movidos por esta pulsión. Podemos decir que tienen
deseos de saber pero no siempre pueden aprender. Incluso, pueden que
sepan sin haber aprendido. Es interesante, eso gana mucho tiempo y
eficacia.
Cuando
usted compra una cámara fotográfica, está bien contento de no
tener que hacer la óptica cartesiana y eximirse de calcular la
relación entre la profundidad del campo y el diafragma. El aparato
lo hace por usted. Apartando a algunos fotógrafos aquí presentes,
la mayoría de ustedes estaría perfectamente satisfecha y preferiría
no poder aprender esos saberes para manejar su cámara.
Aprender,
es difícil, requiere de tiempo y frecuentemente es doloroso, pues es
abandonar las viejas representaciones, los viejos saberes para ir
hacia saberes nuevos que nos desestabilizan, que nos hace estar
inseguros sobre la fidelidad a uno mismo.
Comienzan
a surgir investigaciones sobre este tema. Se sabe, por ejemplo, que
cierto número de infantes de padres de grandes dificultades
sociales, niñas en particular, a pesar de su facilidad para obtener
logros en la escuela, sabotean a veces deliberadamente sus
evaluaciones, porque se censuran saber cosas que sus padres no saben.
Ir a la escuela, es tomar el poder sobre sus padres. Se debe pasar
por esta fase.
La
pregunta que se plantea frecuentemente Freinet es: “¿Cómo
suscitar el deseo de aprender? ¿Cómo hacer beber a un asno que no
tiene sed?”
Trato
esta cuestión de manera diferente. Digo que un asno que no tiene sed
luego de un largo tiempo, terminará por tener sed. Pero el hecho de
privar a un infante de matemáticas no garantiza que al término, él
reclamará el teorema de Pitágoras. Cuando se trata de dar de beber
a los asnos, podemos esperar que el calor ayude y el tiempo
transcurrido, ellos tendrán sed. Pero cuando se trata de hacer
aprender a alumnos, si esperamos, por cierto, puede pasar mucho
tiempo.
Habría
que plantarse en las preguntas que se hagan a los alumnos. Probar a
conseguir esas grandes preguntas antropológicas que constituyen
nuestras inquietudes fundadoras, a través de los cuales, en la
historia de los hombres, los saberes han sido elaborados.
Citaría
una anécdota recogida por uno de mis amigos, Michel Develay.
En
el C.E.2, la maestra hacía una exposición sobre el grano y el
árbol; una niña pregunta: “Y señora, ¿el primer grano?” No se
plantean estas preguntas banales. La niña ha comprendido, no hará
más esas preguntas, entenderá rápidamente que es anormal plantear
estas preguntas o, en todo caso, que esas preguntas no interesan a
los adultos.
Creo
que si leemos bien a Freinet, conseguiremos en él algo muy
importante, que es el hecho de que nunca solapa el sentido de la
utilidad. Los aprendizajes escolares no son solo interesantes porque
son útiles para ir al mercado, útiles cuando tienes una receta de
cocina para cuatro y que no puede realizarse para siete. Freinet sabe
bien que las cosas son útiles, pero lo que es más importante es el
sentido.
Si
voy directo a donde voy, el infinito, ¿qué es? ¿Dónde va el
infinito? Cómo es que se me ha dicho que en un segmento, hay una
infinidad de puntos, por lo tanto una semi recta. Pero una recta, es
una infinidad de puntos… Las verdaderas preguntas de etología han
torturado a los hombres desde los orígenes del tiempo: ¿Por qué se
envejece, porque se muere, porqué se puede amar y odiar al mismo
tiempo? Esas preguntas están siempre presentes en su espíritu. En
general, ellas son tratadas en la escuela, en la escuela maternal a
través de los cuentos. ¿De qué hablan los cuentos? : del odio, del
amor, de la venganza, de la muerte, de la vejez, de la angustia… En
el CP, se aprende a leer: “Papá busca su pantufla bajo la cama.”
Esto hace daño. Se pierde algo.
Los
saberes han sido hechos por los hombres para responder a cuestiones
planteadas por los hombres, en la historia de los hombres, “! Eso
te concierne!”. “Tenemos que contar, escribe: 1, 2, 3, 4, 5, 6,
7, 8, 9, 10, ¿entonces ya no se escribe como antes? ¿Por qué hay
dos cifras? ¿Quién ha inventado eso? Lo importante es comprender
que en un momento dado, los hombres han imaginado soluciones.
¿Hablamos
a toda hora de cuáles saberes para cuál escuela? Respondería
voluntariamente: “Los saberes que tienen sentido en la historia de
los hombres, de los saberes que unen a los hombres entre ellos a
través de las generaciones y entre las comunidades de pertenencia”.
Necesitaríamos
que los hombres, los infantes, sean hijos e hijas de las mismas
preguntas. Las preguntas, quizás yo no sepa responderla. Pero la
aventura del conocimiento, es la aventura por buscar responder estas
preguntas. En lugar de decir “estas preguntas, las plantearás
cuando seas mayor”, esas preguntas yo las entiendo; y si no las
entiendo, te ayudaré a planearte verdaderas preguntas. Es necesario
que el alumno sepa que yo enseño, eso no es algo al que se llega
fácilmente, sino algo que se inscribe en una historia.
Estoy
muy atento, muy más atento, a la necesidad de lo que llamaríamos
una suerte de aprendizaje genealógico, desde la escuela maternal,
que permite inscribir los saberes en sus genealogías.
Habría
que comprender que en el saber, hay lo sagrado, no lo sagrado
religioso, sino, porque hay cosas que nos tocan fuertemente, retos
fuertes. Eso me parece esencial. Es esencial por otra razón. Porque
sobre el terreno ideológico, en el combate pedagógico, es
importante afirmar que los métodos nuevos, no es la totemización de
los panqueques, de la receta de cocina… Es, mucho más que eso, la
capacidad de apercibir que los saberes más elaborados son
herramientas de liberación de los hombres, de comunicación entre
los hombres, que hacen posible el reconocimiento del derecho a la
igualdad.
Formo
parte de aquellos que han militado por el derecho a la diferencia, y
eso fue importante en nuestra historia. Hoy, es necesario decir que
no hay derecho a la diferencia sin derecho a la igualdad. El derecho
a la igualdad, es el derecho a descubrir el hecho de que, flaco o
gordo, negro o blanco, fuerte o débil en matemáticas, poco importa,
se pueden amar de la misma manera, probar las mismas dichas,
compartir las mismas emociones. Hay un rol esencial de la expresión
artística que me parece, en Francia, en un estado particularmente
embrionario en relación a lo que debería ser. Ningún otro país me
parece tan rezagado como nosotros en el plan de la educación
artística. No se trata de la música, del dibujo, de la danza, del
teatro, de todas las artes que son los momentos privilegiados para
descubrirnos iguales, capaces de compartir las mismas emociones a
pesar de las diferencias que nos separan. Diferencias de pertenencia
a medios sociales, a clases sociales, a clases diferentes de nivel
escolar. Nuestra sociedad tiene una terrible necesidad de hacer
conocer ese derecho a la igualdad, comprendida en ella los infantes
que hemos llamado discapacitados, comprendidos en ella los adultos
que llamamos débiles. Quizás sean más las cosas que nos unen que
las que nos separan.
A
través de la historia de un infante en el campo de Auschwitz y
concluyendo, voy a dar la palabra a Primo Levi3,
para marcar que, detrás de las técnicas, hay una ética e incluso
una política.
Quiero
leerles este texto para que no nos desesperemos con frecuencia en
materia educativa, tenemos razones para desesperar porque es difícil.
Pero aquí estamos en una situación que no es difícil, sino humana.
Un niño de tres años, nacido en Auschwitz, tiene como única
referencia un tatuaje sobre un brazo, jamás ha visto un árbol, no
tiene piernas, no habla. En medio de todos sus compañeros de cámara,
alguien se levanta, un joven adolescente de quince años, no para
hacer hacerle caricias, no para aturdirlo, no para jugar, no para
balbucear. Apuesta a que al final este niño pueda responder.
Con
mucha frecuencia, no se nos comprende. Pero lo importante, es
hablarlo, que ellos hablen. Y que en una situación tan desesperada,
la educación siga siendo posible.
Siempre
queda algo por hacer, siempre un medio de hablar, de dirigirse a
alguien. De mostrarle que se le estima, que se le respeta su dignidad
hablándole y que él nos responda, afirmando su propia dignidad.
Es
un mensaje a través de todos los pedagogos, a través de la historia
de siglo XXI, un mensaje de vigilancia respecto a aquellos que, de
una manera o de otra, hacen difícil esta preocupación por lo humano
en un mundo convertido en un mundo inhumano en muchas buenas maneras.
1
Luego de varios años de experiencia en la política y en la docencia
universitaria, Mierieu regresó a trabajar como docente en liceos de
Francia. Nota
del traductor
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