Peligros, incertidumbres e incompletitud
de la lógica de la competencia en educación
Marcel Crahay
Ilustración; Celso Medina |
Traducción del francés:
Celso Medina
La
escuela se parece a un mar tumultuoso: una
marejada es la continuación de otra
marejada. En el campo pedagógico, estos
vacíos tienen por nombre: pedagogía activa, pedagogía por centros de
interés, pedagogía funcional, pedagogía
por proyectos, pedagogía por objetivos y, la última ola,
pedagogía por competencias. Estas corrientes sucesivas no son modas: cada una
tiene su propia lógica y, generalmente, tiene como propósito cuestionar
la corriente precedente y\o del
sistema educativo. ¿Cuál problema educativo ( s) y\o social (o sociales),
tiene el enfoque por competencias la ambición de resolver? Tal es la cuestión
que abordamos en el primer párrafo en el cual recordamos las características
mayores de la corriente pedagógica que
supuestamente inspiran actualmente a los profesores de la comunidad francesa de
Bélgica (CFWB), del Madagascar, de Quebec, de varios cantones de Suiza
francófona y, en una menor medida, de Francia (1). Luego - y es el principal objetivo de este
artículo-, proponemos una reflexión crítica de esta corriente, de la que
nosotros mismos fuimos un actor en CFWB (Federación de Wallonia y Bruselas). El
fin de nuestra contribución es anticipar derivas posibles y, más todavía, de
suscitar un debate a propósito de esta ideología pedagógica actualmente
dominante.
La noción de competencia
Para
Delvaux (2003), el concepto de competencias constituye un concepto estandarte
en la medida en que él reúne alrededor
de él el consenso de grupos de presión tradicionalmente opuestos. En apariencia
por lo menos, opera un compromiso entre las expectativas del empresariado para
el cual es urgente extender el saber-hacer hacialas corrientes pedagógicas
inscritas en la trayectoria del pragmatismo de Dewey (1886, 1900 y 1990), para
el cual es importante desarrollar el poder- actuar. Para Perrenoud (1997) o
Roegiers (2001), el paso de la pedagogía
por objetivos a la pedagogía por competencias corresponde a la vez a una
transformación en los referentes teóricos de las ciencias de la educación y a
una mudanza del diseño del trabajo en el mundo de las empresas. La primera corriente pedagógica, que se dio en los años
1960, se inspira en principios de
recorte de las tareas propias del aprendizaje del behaviorismo, lo que coincide con la fragmentación de las tareas de producción tal
como fue preconizada por el taylorismo. La corriente pedagógicacontemporánea,
centrada en las competencias, se refiere a la vez a las teorías del peritaje y,
accesoriamente, al a de la cognición situada y es concomitante a una redefinición
de la organización de trabajo bajo el
empuje de la psicología ergonómicaque pretende recaer el sentido en las tareas
profesionales. Asistimos así al paso de un enfoque de tipo analítico a un
enfoque que se cualificará de integrativa
y de contextualizada. Beckers (2002ª) subraya que la pedagogía por competencias tiene la ambición de luchar
contra la fragmentación de los conocimientos y los aprendizajes, peligro que Decroly ya quería combatir con su
pedagogía por centros de interés.
La
noción de competencias remite, en efecto, a una red integrada de conocimientos,
susceptibles de ser movilizados para acabar tareas. Para Gillet (1991, citado por Allal, 2002, p.
79), decae esencialmente según tres componentes:
· una competencia comprende varios
conocimientos puestos en contacto;
· se aplica a una familia de situaciones;
· es orientada hacia una finalidad (2).
Estos tres elementos se encuentran
particularmente en la definición
propuesta, en CFWB, por el ministro
Onkelinx en el proyecto de decreto "Misiones" (Artículo 5): "puesto en ejecución por un conjunto
organizado de saberes, de destrezas y de actitudes que permiten cumplir un cierto número de tareas ". En
el momento de la discusión de este
decreto en el Parlamento, Hazette que, en la época era comisario antes de su vuelta al Ministerio de la Educación , propuso
una enmienda. Pidió se añadierael término aptitud al principio de la
definición, alegando que " la competencia es una aptitud para poner en
ejecución, no una puesta en ejecución ". Esta enmienda fue votada por
unanimidad Y, sobre todo, sin debate. No obstante, el paso de la puesta en ejecución
de recursos cognitivos diversos a la aptitud para realizar esta puesta en
ejecución no es anodino; volveremos allá.
Los
tres componentes de base también se encuentran en la definición propuesta por
Beckers (2002ª) que añade una dimensión
que también tiene su importancia. Para este pedagogo, la competencia debe ser
entendida "como la capacidad de un sujeto que hay que movilizar, de manera
integrada, recursos internos (saber, destrezas y actitudes) y externos para hacer
frente eficazmente a una familia de tareas complejas " (p. 57). Con
relación al decreto Misiones, (Bélgica, 1997) votado en el Parlamento, esta
definición añade la noción de " familias de tareas complejas ". De
nuevo, este añadido no es anodino.
De
manera general, la noción de competencia nos remite a uno actuar "a
justo" en situación, implicando la movilización articulada por recursos
cognitivos múltiples. Se considera
unificadora, proponiendo al mundo pedagógico un concepto que une la cognición y
la acción. Más precisa: esta noción
traduce claramente una perspectiva utilitarista y cara al mundo anglosajón: la cognición misma está subordinada a la acción, destinada ella misma
a resolver un problema. No nos
sorprendamos pues de alguna manera que el mundo de la empresa se tomado en
cuenta.
¿Por qué la norma de la complejidad inédita?
La
yuxtaposición de la definición propuesta por el ministro Onkelinx, adoptada por
el decreto Misiones y con la propuesta por
Beckers (2002ª) pone de manifiesto dos deslizamientos conceptuales pesadoscon
consecuencias tanto sobre el plan de la enseñanza como sobre la evaluación.
Pero la deriva deconcepto no se detuvo allí. En tanto que la propuesta del
decreto concibe la competencia como una red de conocimientos movilizables en
situación, numerosos son hoy los pedagogos que al concibe como la capacidad de
movilizar fuentes cognitivas diversas para afrontar problemas complejos e
inéditos.
El
carácter inédito parece haberse impuesto como una consecuencia lógica de la
exigencia de la complejidad. Entonces, según nosotros, añade indiscutiblemente
una dimensión. En una nota titulada “Reflexionar juntos juntos sobre la
evaluación de las competencias” y enviada a la Comisión de pilotaje del CFWB,
Beckers (2002b), escribe: " para movilizar en el alumno una actividad que
está del orden de la competencia, la tarea
no puede ser del nivel de la restitución (saber repetir, hasta algo difícil),
ni del nivel de la ejecución (saber rehacer, hasta algo difícil); será inédita.
" (P. 8)
Este
punto de vista es ampliamente compartido como lo subrayan Rey, Carette y Kahn
(2002, p. 77-95) en otra nota enviada a la misma comisión. Escriben: "siguiendo
a Boterf (1994), la inmensa mayoría de los autores (Perrenoud, 1997; Levy-Leboyer,
1996; Dolz y Ollagnier, 2002; Roegiers, 2001, etc.) insisten en el hecho de que
una competencia exige no sólo la presencia de recursoscognitivos en el sujeto,
sino sobre todo la movilización de aquellas que convienen para tratar una
situación desconocida. " (P. 3)
Algunas
líneas más bajo, ellos aclaran el punto de vista de esta mayoría de autores.
"Si se quiere ser preciso, dos aspectos complementarios están implicados
aquí: de una parte, para hacer frente a una tarea que jamás experimentó, el
alumno debe escoger, entre ellos elementos
el que posee, el que conviene. Se trata pues de una tarea que se podrá llamar
"noticia"o "inédita"
(en el sentido de noticia para él); por otra parte, en la inmensa mayoría de
los casos, para acabar la tarea, debe escoger no solamente de estoselementos,
sino varios. Se trata pues de una tarea compleja " (Ibid)…
Todo
esto tiene una consecuencia clara a nuestros ojos: la complejidad inédita es
erigida en norma. Así, unoacción (o una compuesta de acciones) adaptada (s) a
una situación "simple" no podría recibir el título de competencia. Lo
mismo, la movilización automatizada por la arquitectura de conocimientos frente
a una situación compleja pero común no merecería la calificación de
competencia. En síntesis, sería el tratamiento de la complejidad inédita el que
calificaverdaderamente la competencia. En consecuencia, un cirujano, que
consigue por cuadragésima vez un transplante de corazón no da prueba de
competencia.
De
hecho, la exigencia de complejidad inédita descubre implícitamente el corazón o
el núcleo duro que organiza el concepto de competencia. Por cierto, la
competencia implica la movilización de una pluralidad de conocimientos o,
mejor, de recursos, pero, como lo precisa Boterf (1994, p. 16): " la
competencia no eeside en los recursos (conocimientos, capacidades, etc.) para
movilizar, sino en la movilizaciónde estos recursos. La competencia está en el
orden del " saber movilizar ". Y Perrenoud (2002) persigue la explicitación cuando escribe que
este " saber movilizar "sugiere" una orquestación, una
coordinación de recursos múltiples y heterogéneos " (p. 56). Luego en el
mismo texto (p. 57), el mismo autor diferencia entre los problemas abiertos
" la cuestión de saber si estos esquemas de movilización forman parte de
la competencia misma constituyen o una " méta-competencia ", un
" saber movilizar " que él mismo activa cada vez que se manifiesta
una competencia específica, puesto que se moviliza recursos " (3).
Para
nosotros, este problema conoce su solución. Desde que se especifica que la
revelación de la competencia exige situaciones de complejidad inédita, se trata
de aislar algo del todo del efecto
directo de ´ aprendizaje y ' enseñanza,
considerando que " el inventario de los recursos cognitivos de un sujeto
es en sí un problema " (Perrenoud, 2002, p. 55) - idea que compartimos
evidentemente, tomando en cuenta que la evaluación de las competencias es tan
problemática por lo menos-, los adeptos a la lógica de la competencia renuncian
a enfrentarse con este problema para abordar otra: la evaluación del saber
movilizar.Entonces, desde que se le hace
un objeto de evaluación en sí, este saber transferir cuyo nombre más corriente
es la inteligencia (4), concebida como la aptitud a adpatarse a las situaciones
nuevas. En definitiva, según nosotros, la lógica de las competencias transmite
una idolatría de ello flexibilidad (5).
El concepto de competencias: un estatuto científico ambiguo
El
concepto de competencias no nos viene directamente del campo de la psicología
científica, sino más bien del mundo de las empresas. Esto es lo que parece
admitir la gran mayoría de los autores (cf. particularmente Bronckart y Dolz,
2002; Crahay y Forget; Dugué, 1994; Hirtt, 1996; Ropé, 2002). Su trayecto de
difusión sería el siguiente: emergencia en el mundo de la empresa (6), retomada
por la OCDE que lo difunde entre los responsables de los sistemas educativos, propagación en el
sector de la formación profesional luego en el de la enseñanza general y por
fin, se encarga el concepto a las ciencias de la educación. El camino de tal
concepto nos lleva a interpelarlo desde el lugar del científico: ¿cuál estatuto
científico atribuir al concepto venido de fuera de competencia de ella ¿
Ciencia?
Un verdadero problema
Para
Perrenoud (1999), la noción de competencia, portadora de la metáfora de la
movilización de recursos, renueva la
cuestión difícil de la transferencia. Según él la noción de transferencia evoca
un conocimiento portátil y remite a la idea de utilización o a la idea
de aplicación en uno en otro lugar de un algo ya adquirido. La metáfora que
vehiculiza esfísica o materialista en el
sentido de que no hace referencia a ninguna transformación, sino justamente a
un movimiento, un desplazamiento.A la
inversa, movilizar, no es solamente utilizar o aplicar; estambién adaptar,
diferenciar, integrar, generalizar o especificar, combinar, orquestar,
coordinar, en síntesis, conducir un
conjunto de operaciones mentalescomplejos que, conectándolos a las situaciones,
transforman los conocimientos, más que
desplazarlos. Insistimos pues en una química o una alquimia (Boterf,
1994) más bien que sobre una física del saber (Perrenoud, 1999, p. 46).
Sabemos
desde entonces la seducción que puede operar la noción de competencias sobre
grande número de pedagogos. Porque,
desde luego, siempre, la escuela se otorgó para misión de transmitir conocimientos con la ambición de
dotar a los individuosde herramientas intelectuales que les fuesen provechosas en su vida tanto en su vida profesional,
ciudadana, social como privada.
Entonces, hay que reconocer que, sobre este punto, la escuela no está segura de
haber conseguido plenamente su tarea.
En
su obra The Aims of Education, A.N.
Whitehead (1929) subraya, desde el
comienzo del siglo, como los profesores debían estar en guardia para no llenar
al infante de ideas inertes (7). Escribión “cuando proponemos una tarea
cognitiva a los infantes, debemos estar consciente del peligro que representa
lo que llamo las ideas inertes; que son las ideas que son recepcionadas por el
cerebro sin ser utilizadas, puesta en pruebas o combinadas en las
articulaciones” (p.1) (8).
Antes
de él, en un libro titulado Talks to
Teachers Psychology, W. James también denunciaba el formalismo de las
prácticas de enseñanza máscorrientes. Mostrando ejemplos, explica que,
demasiado a menudo, los alumnos disponen de conocimientos que son incapaces de
utilizar para resolver problemas diarios. Su aptitud para movilizar el conocimiento adecuado depende particularmente
del modo como la cuestión es puesta en práctica (9).
Desde
entonces, las cosas no parecen apenas haber evolucionado. Numerosas son, en
efecto, las búsquedas que atestiguan que el espíritu de los alumnos es sometido
a conocimientos inertes (Brown, Collins y Duguid, 1989; Closset, 1983;
Covington y al., 1974; Crahay y Detheux-Jehin, 2005; Glaser, 1984 1986;
Jonnaert, 1988; Papert, 1981; Resnick y Klopfer, 1989; Schoenfeld, 1985;
Vergnaud, 1983; Viennot, 1979; Whimbey y Lockhead, 1980).Todavía hoy, muchos alumnos
prueban de que controlan conocimientos
matemáticos y\o científicos para aprobar los exámenes escolares, pero no los
movilizan para resolver un problema de la vida cotidiana. Más grave aún, parece
que la inmensa mayoría de los niños y de los adolescentes desarrollen sus reflexiones
personales impugnando la formación que reciben en la escuela. En el momento de
abordar la vida activa, la inmensa mayoría de los jóvenes estarían tan dotados de un repertorio doble de
conocimientos y\o de competencias: las que son adquiridas y evaluadas en la
escuela y las que son construidas de modo
autónomo o en interacción con condiscípulos.Este segundo repertorio de
conocimientos constituiría un saber más sólido y más profundamente asimilado
por los alumnos. Es el saber que ellos utilizarían para hacer significativos
los acontecimientos que componen su diario. En cambio, estos conocimientos
estarían de un nivel de validez menor que las difundidas por la escuela;
corresponderían a menudo a diseños abandonados por el mundo científico.
¿Una buena solución?
Para
su dimensión integrativa, la noción de competencias tiende a borrar la fosa
entre los conocimientos construidos en la escuela y los saberes movilizados en
la acción (10). Bastaría saber si la noción de competencia ofrece un marco
conceptual en la medida de las expectativas que focaliza sobre ella el mundo
pedagógico. Sobre ese punto, habría que
impulsar nuestra incertidumbre en la misma medida de nuestro escepticismo (11).
La
noción de competencia según nosotros no ha estado apoyada por una teoría científicamente
fundada en la movilización de los recursos cognitivos. El paso argumentativo o
explicativo de los defensores es claro al respecto. En todos los ejercicios de
este género que pudimos leer, nos encontramos frente a préstamos tomados de las teorías psicológicasclásicas a las cuales serecurre
en auxilio, por el vacío teórico que se trata de disimular.Cuando se aproxima a
esquemas y competencias, Perrenoud (1997) convoca el constructivismo piagetiano,
muy débil sobre el plan conceptual. Y Tardif (1996) hace lo mismo con la
psicología cognitiva ,así como Allal (1999) con la teoría de la cognición
situada. Nos encontramos entonces frente a una efervescencia conceptual en la
cual nos parece es probable queel profesor se encuentre confundido.Porque, según
la diversidad de sus lecturas, debe aprender a hacer malabarismos con esos conocimientos
declarativos, procedimentales y hasta condicionales (o estratégicos) sin
olvidar procesos méta-cognitivos, antes
de interrogarse las aproximaciones que hay que hacer con las nociones de saber,
destreza, saber-ser, actitudes, habilidades, capacidades, esquemas operatorios,
representación del problema, los esquemas, habitus, etc … , paradoja extrema,
la noción de competencia pretende federar todo este arsenal teórico en un único
concepto.
Es
urgente, pensemos, emprender una crítica conceptual seria de la noción de competencia con el fin de
trascender el reduccionismo conceptual que se tiende a instaurar. Sobre este último
punto, seguimos el paso de Bronckart y Dolz (1999) que escribe: " Sin
volcarse en el purismo conceptual, nos parece evidente que no se puede
razonablemente "Pensar" en la problemática de la formación usando un
término que acaba por designar todos los aspectos delo que se llamaba en otro
tiempo las " funciones psicológicas superiores " [] y que acogeny
anula de una vez el conjunto de las opciones epistemológicas relativas al
estatuto de estas funciones (Saber, destreza, comportamiento, etc.) y tiende a
sus determinismos (sociológicos o Biopsicológicos) " (p. 35).
Dicho
de modo más directo, la noción de competencia hace de figura de la caverna de
Alí Babá conceptual en la cual es posible reencontrar yuxtapuestas todas las
corrientes teóricas de la psicología, aunque ellas sean opuestas.
Seamos
claro: nuestra pretensión no está aquí resolver tales problemas teóricos. Modestamente,
procuramos poner en evidencia la necesidad y al mismo tiempo la urgencia de
ponerlo en atencióna las apuestas que la escuela valora hacer frente. Para
nosotros, la problemática de la movilizaciónen situación de los recursos
cognitivos del sujeto plantea un verdadero problema a la búsqueda
psicopedagógica, pero nos resistimos a la idea de que la noción de competencia
le aporta una solución positiva. Más bien tememos que se precipite en el mundo
pedagógico una ilusión simplificadora de la que será muy difícil sacarlo.
El enfoque por competencias: ¿una pedagogía del extremo?
El
enfoque por competencia tal como ella se ha popularizado en los medios
pedagógicos vehiculiza un modelo de la experticia que, a través de la exigencia
de la complejidad inédita (cfr. Arriba), erige en función normal el tratamiento
de las situaciones en crisis.
¿Qué
pasa cuando un sujeto está frente a una situación nueva? Tal es la cuestión a
la cual pretende responder la noción de competencia.
Anotemos
primero que Piaget (1967 y 1970) había justamente
observado que es raro que dos situacionessean totalmente idénticas. Recurriendo
al concepto de asimilación de reconocimiento, el psicólogoginebrino indicaba
que movilizando un esquema preexistente, el sujeto reconocía características situacionales propicias a la utilización de
un esquemaespecífico. No obstante, desde que el esquema esconcebido como
estructura invariable de una acción ode una operación, somos conducidos a la
idea quees común en la movilización de un esquema envarias situaciones, que es
un tipo de núcleo duro. Total, el ensayo puro sería inexistente o casiinexistente
en psicología. Es pues la razón por la que Vergnaud (1998) define dos
categoríasde situaciones:para los que el sujeto dispone, en un momento dado de
su desarrollo y bajo ciertas circunstancias, de recursoscognitivos necesarios para
el tratamiento relativamente inmediato de la situación y para los que el sujeto
no dispone de todos los recursos necesarios; esto obliga a un tiempo de
exploración, de reflexión, vacilaciones
así como a tentativas frustradas y el conducto a veces al éxito, a veces al fracaso (12).
Encontramos
matices análogos en casa de Rey y al. (2002) que distinguen en definitiva tres
grados de competencias: saber ejecutar una operación (o una continuación
predeterminada por operaciones) en respuestaa una señal (que puede ser, en la
escuela, una cuestión, una consigna, o una situación conocida e identificable
sindificultad, ni ambigüedad); hablaremos entonces de " procedimiento de
base " o de " competencia del primer grado ";Poseer toda una
gama de estos Procedimientos de base y saber, en una situación inédita, escoger
la que conviene; allí una interpretaciónde la situación (o un
"enfoque" de la situación) es necesario; hablaremos de "
competencia deel segundo grado "; saber escoger y combinar correctamentevarios
procedimientos de base para tratar una situación nueva y compleja. Hablaremos
entonces de " competencia del tercer grado " " (p. 6).
Estos recuadres conceptuales son esenciales porque
reconocen la utilidad de los automatismos en el funcionamiento cognitivo de los
individuos. A este respecto, la fórmula de Bastien (1997) es llamativa. Según
él, " cuanto más somos experto, menos razonamos y másactivamos
conocimientos pertinentes y funcionalmente estructurados " (p. 8). Para
este autor, el peritaje valora a la vez la capacidad de controlar conseguridad
las situaciones corrientes y a la de hacer frente con propósitos las
situaciones inéditas.
En la vida corriente, la mayoría de las veces - y muy afortunadamente para nosotros - nos vemos obligados a administrar situaciones comunes. Insistimos, esto no significa que el mundo sea inmutable, sino que la variabilidad de las situaciones exige solamente micro adaptaciones de nuestros esquemas prácticos y\o conceptuales. Por cierto, debemos enfrentarnos con situaciones extremas (crisis, accidente, duelo, conflicto violencia, etc.), pero, como observación pertinente para Perrenoud (1997) estas situaciones "salen por definición de lo ordinario y necesariamente no se reproducen " (p. 37). No comprendemos entonces por qué la evaluación de las competencias debería concentrarse sobre las situaciones a la vez complejas e inéditas para el individuo. ¿Por qué hacer de lo excepcional la norma de la verdadera competencia? ¿Por qué evaluar a los alumnos en situaciones que no se reproducirán necesariamente?
En la vida corriente, la mayoría de las veces - y muy afortunadamente para nosotros - nos vemos obligados a administrar situaciones comunes. Insistimos, esto no significa que el mundo sea inmutable, sino que la variabilidad de las situaciones exige solamente micro adaptaciones de nuestros esquemas prácticos y\o conceptuales. Por cierto, debemos enfrentarnos con situaciones extremas (crisis, accidente, duelo, conflicto violencia, etc.), pero, como observación pertinente para Perrenoud (1997) estas situaciones "salen por definición de lo ordinario y necesariamente no se reproducen " (p. 37). No comprendemos entonces por qué la evaluación de las competencias debería concentrarse sobre las situaciones a la vez complejas e inéditas para el individuo. ¿Por qué hacer de lo excepcional la norma de la verdadera competencia? ¿Por qué evaluar a los alumnos en situaciones que no se reproducirán necesariamente?
Marcel Crahay, « Dangers, incertitudes et incomplétude de la logique de la compétence en éducation », Revue française de pédagogie [En ligne], 154 | janvier-mars 2006, mis en ligne le 01 mars 2010, consulté le 13 mai 2016. URL : http://rfp.revues.org/143,
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