Andrés Bello, Félix
Armando Núñez
y el lugar del escritor
Celso Medina


La fecha en la que invocamos
a estas personalidades son el 29 de noviembre, día establecido en Venezuela
para celebrar el Día del Escritor, precisamente la fecha del nacimiento de
Bello, y el 28 de ese mismo mes, la de nuestro poeta Núñez.
Un escritor es un ser sensibilísimo,
al que la sociedad suele otorgarle mucha atención. Ellos ven más allá de
su superficie inmediata. Miran hacia realidades que solo la imaginación es
capaz de descubrir. Decía otro importante escritor venezolano, Guillermo
Meneses, que un escritor es un ser dotado de una facultad para comprender
el mundo. Su meta es perfeccionar al hombre. ¿Cómo? Abriéndonos caminos hacia
los sueños. Su mirada puede agrandar nuestro horizonte. Y un hombre no es
perfecto si es superior a otro, o si tiene más riquezas que los demás. Lo es, más bien, si adquiere conciencia de que otros
hombres existen, que hay otras vidas, y que de ellas podemos sacar aprendizajes. Con la
literatura nuestro abanico visional se amplía. Por ella, el mundo chato
de nuestra rutina se nos vuelve diverso.
Situémonos en las épocas
que vivieron Andrés Bello y Félix Armando Núñez, para observar las miradas que
pudieron ofrecer ellos a sus contemporáneos, y cómo estos pudieron ampliar la
rutina de las aldeas pequeñas y sencillas en que vivían.
Cuando Bello nació, en 1781, la Capitanía General de Venezuela apenas tenía cuatro años de haber sido decretada por Carlos III, de España. Venezuela era un puñado de provincias, cuyos habitantes se ignoraban. Hijo de padre abogado, Bello se formó en un país donde prácticamente la profesión de escritor no existía. Es más, él fue quien la creó en este país. En el Convento de Las Mercedes aprendió latín, de manos del sacerdote Cristóbal de Quesada. Muy joven, casi un niño, traduciría un capítulo de la famosa épica romana, La Eneida. Luego se haría bachiller en Artes, en el Seminario Santa Rosa de Lima. En 1800 intentaría emular a su padre, estudiando derecho. Posteriormente estudiaría Medicina. Las circunstancias lo obligan a procurarse su propio sustento, abandonando esas carreras. Tócale diversas funciones: preceptor, uno de sus alumnos fue Simón Bolívar; traductor, manejo varios idiomas, no solo el latín, sino el inglés y el francés, idiomas que habían adquirido relevancia protagónica en esa época. Pionero de muchas actividades intelectuales: fue de los primeros periodistas venezolanos, editor de nuestro primer periódico, La Gaceta de Caracas, y además redactó la primera historia de Venezuela. De igual manera podríamos decir que fue nuestro primer poeta, y nuestro primer escritor.
Cuando Bello nació, en 1781, la Capitanía General de Venezuela apenas tenía cuatro años de haber sido decretada por Carlos III, de España. Venezuela era un puñado de provincias, cuyos habitantes se ignoraban. Hijo de padre abogado, Bello se formó en un país donde prácticamente la profesión de escritor no existía. Es más, él fue quien la creó en este país. En el Convento de Las Mercedes aprendió latín, de manos del sacerdote Cristóbal de Quesada. Muy joven, casi un niño, traduciría un capítulo de la famosa épica romana, La Eneida. Luego se haría bachiller en Artes, en el Seminario Santa Rosa de Lima. En 1800 intentaría emular a su padre, estudiando derecho. Posteriormente estudiaría Medicina. Las circunstancias lo obligan a procurarse su propio sustento, abandonando esas carreras. Tócale diversas funciones: preceptor, uno de sus alumnos fue Simón Bolívar; traductor, manejo varios idiomas, no solo el latín, sino el inglés y el francés, idiomas que habían adquirido relevancia protagónica en esa época. Pionero de muchas actividades intelectuales: fue de los primeros periodistas venezolanos, editor de nuestro primer periódico, La Gaceta de Caracas, y además redactó la primera historia de Venezuela. De igual manera podríamos decir que fue nuestro primer poeta, y nuestro primer escritor.
En 1810, cuando los
revolucionarios independentistas pensaron en iniciar su diplomacia, pensaron en el
joven intelectual, para enviarlo junto a Simón Bolívar y Luis López Méndez, a
Inglaterra, con la finalidad de procurar respaldos internacionales para
nuestra independencia. Comienza el peregrinaje que lo mantendrá
hasta 1829 en Londres, haciendo de diplomático, de editor, de traductor, de
periodista, de funcionario público, hasta que, luego de ver frustrados sus
deseos de ir a Colombia o de regresar a Venezuela, marcha a Chile, que lo
acogerá como uno de sus hijos, y donde Bello concretaría la mayoría de
sus proyectos intelectuales y educativos. Se inicia en la política. Como senador
logra darle a Chile un sólido andamiaje jurídico. Luego vendría su mejor
logro: la creación de la Universidad de Chile, de la que fue rector fundador,
posición en la que se mantendría durante 23 años, hasta 1865, año en que
muere.
Andrés Bello, nacido en
la entonces aldeana Caracas, logró ser el más universal de los escritores
americanos. Sus aportes son diversos: en derecho, en educación, en lingüística,
en literatura, etc. Y sobre todo, fue el poeta fundador de nuestra literatura.
Sus dos grandes poemas "Alocución a la poesía" y "Silva a la
agricultura de la zona Tórrida", sientan la base de la literatura que
devendría de los países liberados del imperialismo español.
En el caso de Félix
Armando Núñez, no menos
aldeano era el Boquerón que lo vio nacer en 1897. Fue pariente
directo del afamado patriota Antonio José de Sucre y también familiar del
insigne poeta José Antonio Ramos Sucre, de quien escribiera uno de los primeros
ensayos exegético sobre su obra. Su segundo apellido recuerda a Louis Daniel Beauperhuy Desbonnes, médico de origen
francés, que se hizo venezolano, a quien se le debe interesante aportes acerca
de la epidemiología. Núñez desde muy joven siente el deseo de ser educador y
escritor. En 1912 egresa como Bachiller del Colegio Federal de Maturín, con
grandes méritos académicos. El año inmediato marcha a Caracas, donde ingresa,
luego de un concurso, a la Escuela Normal de Caracas. En 1914 obtiene una
beca que le permite irse a Chile. Allí se graduaría de Maestro Normalista y
luego de profesor de castellano y literatura. Cumple labores docentes en nivel
medio y luego se hace profesor de la Universidad de Concepción, donde laboraría
la mayor parte de su vida, ocupando importantes posiciones directivas. En
los primeros años de los cuarenta, se suma a la Misión Chilena, que creó el Pedagógico
de Caracas. Luego regresa a Chile, donde moriría, en 1972. La Educación y la
Literatura constituyeron sus grandes pasiones. Estuvo entre los grandes
protagonistas de la enorme revolución
pedagógica que aconteció en Chile en esa época. Acucioso investigador y crítico
literario, sobre todo estudioso de los clásicos españoles, cultivó la
poesía, y el año 1951 obtuvo el Premio Nacional de Literatura, convirtiéndose
en el único monagüense en obtener ese galardón.
En las obras de estos
poetas, podemos obtener importantes insumos para fortalecer el arraigo por
nuestro país. Una de sus grandes preocupaciones fue el temor a perder su
sentido de pertenencia a la tierra que les vio nacer. Por eso, la mirada que
consolidaron en la infancia de Caracas o de Maturín, es su alimento vital. En
su "Alocución a la poesía", Bello poetiza y reflexiona sobre el
destino de los pueblos de América. Estaba consciente de que no solo era
necesario la independencia política, sino la "emancipación
mental", que nos devolviera la mirada sobre los territorios recién
liberados. En tal sentido, Bello fue nuestro primer libertador
cultural, cuando incita a los poetas americanos a tornar sus versos sobre
nuestras vastas geografía. Por ello dice:
tiempo es que
dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colon su grande escena
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colon su grande escena
El intelectual que a muy temprana edad tradujo capítulos de la Eneida, el venezolano que conocía más a los clásicos, en los días de 1810, es el mismo que incita a la poesía americana a ser americana auténticamente, a cultivar su literatura en la tierra misma del continente que nos habían legado nuestros héroes independentistas. Gracias a sus consejos, la poesía sirvió para mirarnos. Inspirados por él, pudieron poetas como Alberto Arvelo Torrealba y Fracisco Lazo Martí, escribir sus "Florentino y el diablo", y "Silva Criolla", donde el territorio nacional adquiere la fuerza necesaria para hacernos sentir habitantes de Venezuela.
No menos importante fue
la tierra venezolana, y especial la maturinesa, para Félix Armando Núñez,
quien a pesar de su temprana ida del lar nativo, mantuvo en su memoria poética
la fuerza telúrica de su aldea de Boquerón. En una carta dirigida a su prima,
Cecilia Núñez, y que diera conocer Tomás Freites Paz, el poeta
confesaba: "Me duele tanto la ausencia", esa misma que circulará
por muchos de sus poemas. En el poema "Altaflor", le dice a esa
naturaleza:
Sin ruido te
deslizas a hacerme compañía,
cautiva de la tarde, del silencio amadora
y sabia en soledades te complaces en ser mía
entregándome tu alma en cada sitio y hora
cautiva de la tarde, del silencio amadora
y sabia en soledades te complaces en ser mía
entregándome tu alma en cada sitio y hora
De Maturín dirá el poeta:
No me olvidas jamás
ni yo te olvido
uno en el otro, sangre del ensueño:
en refulgente azul nido pequeño
de donde surge un encanto conmovido
uno en el otro, sangre del ensueño:
en refulgente azul nido pequeño
de donde surge un encanto conmovido
Y más concretamente de Boquerón, dirá:
Yo soy de un
pueblo triste que sobre la llanura se anodada,
donde viví mi infancia entre llano y ternura
y mi juventud mustia se abrió sin la dulzura
de alguna boca amada...
donde viví mi infancia entre llano y ternura
y mi juventud mustia se abrió sin la dulzura
de alguna boca amada...
El escritor es un marcador de diferencias, un ser que, como decía Meneses, nos brinda su comprensión de la realidad, para que no nos dogmaticemos, para que vivamos permanentemente los sueños de estas tierras, que solo llegan a nosotros a través de esas voces que hablan en los poetas.
La patria no es solo el
territorio que habitamos. Es también su legado inmaterial: es su historia, sus
héroes, su gente que sin querer ser histórica vive para que todos vivamos, como
el campesino que siembra y cosecha, que
hace que nos alimentemos; como el pescador que arriesga su vida para que
comamos a diario; como el más humildes de los hombres que con el despertar de
sol, sale a la calle a cumplir la misión que la sociedad le ha encomendado. De
esas vidas grandes o humildes se ha ocupado el escritor.
Simón Rodríguez se
preocupó por que las naciones liberadas del colonialismo buscaran fundarse
sobre un piso para hacerse verdaderas repúblicas. Para que fundemos esa
república es necesario que sus habitantes crezcan en un clima donde tengan
muchas opciones de mirar experimentar el tiempo que le toca vivir. Decía nuestro
Ramón Díaz Sánchez, uno de nuestros grandes
novelistas, que “Es hora de que prestemos oído a esa voz que nos viene del
pasado, transida de una experiencia dolorosa”. Para testimoniar eso, están la
“experiencia dolorosa” de un Bello casi mendigante en Londres y de un Félix
Armando Núñez en Concepción acostumbrándose al desarraigo. Pero también será
necesario prestar oído a los escritores de hoy, comprometidos con una utopía
que busca, en Venezuela, terreno en el que concretarse.
La literatura y el
escritor pueden convertirse en una gran
cura contra una enfermedad que nos invade: la enfermedad de un bucle ideológico
que intenta reducir el lenguaje a consignas maniqueas, que embucha a los guetos.
La palabra hay que rescatarla; reconquistarla para crear un ambiente que redima la
dignidad y la esperanza. Ese clima tendría que venir a caballo de la
imaginación poética, para evitar lo que Díaz Sánchez consideraba un grave peligro,
el que la simple práctica política convirtiera al pueblo en “juguete de la demagogia oportunista”. Para
tal efecto, nuestro escritor asoma esta convicción:
Esto se conseguirá
más fácilmente si los intelectuales, deponiendo todo prejuicio formal, todo
sectarismo, concurren al esfuerzo de poner al alcance de las masas el fruto de
su inspiración y estudio.
Es a lo que aspiraban Félix
Armado Núñez y Andrés Bello, para concretar el anhelo de Simón Rodríguez, de
fundar verdaderamente una patria. Y para tal cometido, el escritor es un invitado
especial. Díaz Sánchez está convencido de que el trabajo del escritor pudiera
servir para
Que el pueblo,
habituado a verlos divididos por falsas fronteras ideológicas, los contemple
unidos en esta cruzada soberana, sin que ello implique, desde luego, sacrificio
de las ideas que en lo político profese cada quien.
Nosotros, queremos
creer en el escritor como el gran convocador de voluntades, no para que nos
salve. Solo nos bastaría que hiciera el contraste que nos salve de la
mediocridad reinante.
1 comentario:
Celso: Hermoso escrito de ese par de venezolanos que dieron la talla y se proyectaron con creces en el.pais austral que les prohijó. En mi nombre y el de toda mi familia te doy las gracias por esta hermosa pieza que una vez más ha demostrado tu sapiencia y justicia para esos coterráneos que dieron lo mejor de sí sin esperar nada a cambio. Te pido permiso a ver si es posible pueda yo publicarlo y enviarlo a mi familia chilena y a otros que se encuentran en otras latitudes...altamente agradecido, hermano ..!!
Publicar un comentario